El capitalismo es el problema de esta sociedad y no quiero decir con ello que el comunismo sea la solución. El problema del capitalismo es su ambición, lo devora todo, funciona en el interés de unos pocos que nos aseguran una sociedad de prosperidad en paz y libertad, olvidando el beneficio de la mayoría, especialmente de los que menos tienen. Un mundo de desigualdad económica, con países con diferentes niveles de desarrollo, con personas olvidadas del sistema. El hambre, la pobreza, el desempleo, la injusticia en general, la destrucción del medio ambiente no interesan solucionarlos a un sistema capitalista, que en su perpetuación está el beneficio económico de unos pocos. A las empresas no les importan las personas, solo los beneficios. No importan las crisis, solo las ganancias que extraigan de ellas, a costa de la precariedad de muchos.
El capitalismo siempre emerge de todas las crisis: los presupuestos de los países, sobre todo en su dimensión social, siempre son víctimas de las políticas de austeridad; se destruyen millones de puestos de trabajo, se aumenta la precariedad, se pierden derechos; la privatización gana a lo público; se concentra el poder empresarial y financiero; la desigualdad aumenta, siendo los ricos los que acumulan más ingresos, poder y privilegios, a costa de una clase trabajadora cada vez más pobre, que gracias a un consumismo feroz. Se nos engaña con un supuesto bienestar capitalista, promoviendo una permanente innovación en necesidades y productos, creando nuevos hábitos de consumo, que nos hacen ser más dependientes del sistema capitalista.
El marketing y la publicidad crean necesidades: objetos y servicios del deseo, que nos crean una dependencia a nivel personal por una cuestión simbólica, estética y social, que tienen que seguir por modas y que de no hacerlo, corren el riesgo de sentirse excluidos socialmente. Hay que tener dinero para comprar la marca, la moda y la actualidad tecnológica de videojuegos, smartphones,u otros gadgets electrónicos. Y, por supuesto ver series y películas en alguna plataforma de pago o comprar en alguna compañía de comercio electrónico. Lo importante, es comprar y comprar, satisfacer todos los deseos con un simple clic.
Todo esto, sabiendo que muchas personas no tienen un trabajo o que si lo tienen es precario, pésimamente remunerado y flexibilizado; con alternancia de periodos de ocupación y de paro a lo largo de su vida laboral; son capaces de pedir financiación para poderlo comprar. Pero, aún así, son capaces de estar metidos en un círculo de consumo, con el propósito hedonista, de ser felices consumiendo. No es una cosa exclusiva de la juventud, porque los que hoy son sus padres, lo hicieron también, con la compra de la vivienda, del vehículo o de la televisión de más pulgadas. El capitalismo funciona gracias al consumismo.
La juventud más preparada de la historia, tendrá un futuro más incierto del que tuvieron sus padres. Ahora, los 30 años son los 20 años de antes: han acabado su carrera hace tres o cuatro años, tienen uno o dos máster, hablan varios idiomas y su presente es vivir con sus padres, tener total dependencia económica y a lo sumo, estar de becarios o trabajar como «riders» en empresas de mensajería, poner hamburguesas en una cadena de franquicias de restauración rápida, trabajar de camareros en un bar o de dependientes en una tienda de ropa. Ese es el futuro o mejor dicho, la falta de un presente y por supuesto de un futuro, pero que siguen siendo esclavos de un consumismo. Trabajan para consumir, para comprar esos objetos y servicios del deseo.
El capitalismo nos ha «comido el coco», con la obsolescencia de las cosas, todo evoluciona tecnológicamente de manera muy veloz, todo se estropea rápidamente, todo al poco tiempo ya parece anticuado y hay que cambiarlo. La prosperidad se basa en un proceso de inutilidad de los productos a escala global, de un abuso de los recursos naturales, en crear una contaminación cada vez mayor. Luchar contra este sistema capitalista es casi imposible, se mantiene gracias al consumismo, lo que implica fabricación y el perpetuar ese sistema económico. Ningún otro modelo ha sido capaz de hacer cambiar el capitalismo, ni siquiera el comunismo. No existe utopía contra el capitalismo, las ideas neoliberales han ganado.
Toda la retórica sobre la base de las promesas de avances económicos y sociales del capitalismo, han dejado de resolver muchos problemas sociales, han creado desigualdad, exclusión social y diferencias entre ciudadanos y países. No importan los problemas de los pobres, siempre hay justificaciones a los fracasos resultantes de la aplicación de sus políticas, las siguen aplicando porque beneficia a la distribución de la renta. Más ricos, unos pocos y cada vez más pobres la mayoría; más desiguales y cada vez más dependientes del sistema capitalista. Donde el populismo político promete mentiras, a los sectores históricamente excluidos de los derechos sociales y económicos, para ganar su voto y que todo siga igual. Todo esto no es fruto del coronavirus, es de un virus peor, es la pandemia del capitalismo…
En esta sociedad en la que se utiliza a los «influencers» como canal de comunicación, buscando una vinculación emocional con los seguidores, buscando influir en la decisión de compra de productos o servicios a un determinado público objetivo, para que sigan unos patrones de consumo. En la que entre influencers, bloggers, youtubers e instagramers se busca una interacción con los contenidos que publican: reacciones, respuestas a stories, comentarios…, para seguir consumiendo. La publicidad tradicional ha dado paso a unas campañas de marketing camufladas en las imágenes de personas jóvenes que son emuladas en torno a los contenidos que generan.
Nada se deja a la casualidad y a la improvisación, gracias a interactuar con los seguidores, se hacen campañas de marketing, donde hay presupuestos, objetivos, planes de ejecución, equipos cualificados para que el capitalismo siga funcionando. Son los nuevos predicadores, que tienen a unos seguidores fieles, que se gastarán el dinero que tienen y el que puedan conseguir, para obtener esos objetos y servicios de deseo.
Los oscuros propósitos del capitalismo en manos de unos actores sociales que han visto el poder de las redes sociales y han decidido volcarse con ellas. Un escaparate en el que se han volcado fabricantes y políticos para realizar campañas y estrategias, para gracias a ofrecer una imagen más moderna, cercana e intima seguir enviando estímulos para consumir y mantener las esencias del neoliberalismo. Difundiendo sus actividades y bondades, consiguiendo que los ciudadanos y ciudadanas, quieran comprar y obtener cosas, teniendo que aceptar la precariedad de sus trabajos, los intereses de sus financiaciones y el aceptar la sociedad con las directrices que nos marcan.
Está cambiando todo, hasta la política, ya no importan las ideologías, ni siquiera defender los derechos de clase, lo importante ahora son los mensajes vacíos, las noticias «fake»; donde los políticos influencers trabajan su imagen de marca y aprovechan el populismo para atraer votantes. Solo importa levantar pasiones, o te encanta o lo odias, así de claro. No quieren que pensemos mucho más, nos quieren aborregados, muy apasionados y buscando convertirnos en «haters», multiplicado ese odio que ha existido siempre, pero que ahora se percibe más…