«La constitución destruye la nación» decía una pancarta ayer en Madrid, en una manifestación fascista contra la amnistía, que se celebró por cuarta noche consecutiva, contra Pedro Sánchez y en definitiva contra la democracia. Una pancarta consentida por todos los manifestantes, donde se puede tener ideas distintas pero nunca atacar al Estado de Derecho. Por eso llamo fascistas a quienes son fascistas. Personas de talante poco o nada democrático, nostálgicos del dictador, convencidos de que su ideología es la única óptima para el país. No digamos país, digamos España. Fachas que apoyan o admiran regímenes dictatoriales como el nazismo, el fascismo o el franquismo y la ideología en que se sustentan. Personas retrógradas, que no han evolucionado, que tienen ideas totalitarias, de ordeno y mando, que admiran a Hitler, Mussolini y Franco. Que solo hablan de romperse España.
Se puede estar a favor o en contra de la amnistía, pero cuando exista dicha ley, que deberá estar refrendada o no, por los que hemos escogido con nuestros votos. En eso, se basa la democracia. Incluso el Tribunal Constitucional fallará después si dicha ley es constitucional o no. Y, más aún, el pueblo decidirá en las próximas elecciones si están de acuerdo o no, votando. Demasiado ruido por una supuesta ley, que no existirá hasta que haya una investidura de Pedro Sánchez y la voten o no, sus señorías. En España, ya hubo amnistía para asesinos fascistas, y para ladrones y defraudadores, incluido el Jefe del Estado. Y, no pasó nada. Así que no creo, que por amnistiar a los creadores de una consulta sobre la independencia de Catalunya, sea para romperse España.
En democracia, es natural que existan diferentes opiniones. La normalidad democrática permite la posibilidad de disentir, pero también de dialogar y asumir compromisos en favor del país, como la amnistía a los independentistas catalanes. La democracia esta forjada con una mezcla de acuerdos, equilibrio, justicia, tolerancia y respeto. La esencia de la democracia es que cualquier ciudadano tiene libertad para decidir, elegir y votar. La ciudadanía dispone de herramientas, organismos, leyes, la división de poderes y el voto para poner freno a las diversas tentaciones del poder, no es necesario salir a la calle para ejercer la violencia. La violencia no tiene cabida en democracia y debe rechazarse siempre.
La Constitución no es propiedad de nadie, ni destruye la nación, porque la Constitución permite dar las reglas que determinan la forma en que se ejerce el poder público por parte de los órganos legislativos, ejecutivos y judiciales del Estado. Lo que realmente destruye es no respetar los principios democráticos, no respetar la diversidad, ser intolerante y empeñarse en mantener el pasado. Porque el desprecio hacia la democracia como sistema político es fascismo. No todas las personas que no estén de acuerdo con mis ideas, no son fachas o fascistas, pero sí lo son los que muestran la crispación. la pérdida del razonamiento y el respeto. Porque la democracia es el gobierno de la mayoría con respeto a los derechos de las minorías, el Parlamento y el Gobierno están legitimados por los votos de los ciudadanos para hacer leyes, que representan la voluntad mayoritaria de los electores en esa etapa, y además el Tribunal Constitucional, porque vivimos en democracia, está facultado para decidir si esas leyes son viables constitucionalmente o no. Simplemente debemos esperar a los cauces de la democracia para una ley de amnistía que aún no existe.
La constitución permite destruir la nación.
La Constitución del 1978 regula los derechos fundamentales y las libertades, un método que consistió en sacar todas aquellas cuestiones sobre las que no existía un acuerdo y posponer la decisión sobre ellas a un momento político futuro.
La Constitución no destruye ninguna nación y tampoco el hacer reformas sobre ella, las leyes deben actualizarse,ya sea por reformas de su contenido,por interpretación o simplemente por necesidad.
La Constitución, se piense lo que se piense de ella debe ser acatada, y sobre todo debe ser cumplida por todos y obligados a confiar en el Tribunal Constitucional. Si atacamos a la Constitución, estamos atacando al propio Estado de Derecho y por lo tanto a la nación.