No me sigas en redes sociales, porque no pertenezco a ninguna. Me resisto a creer que pertenecer a una red social sea algo obligado y necesario. No me planteo si son buenas o malas, perjudiciales o beneficiosas, son un fenómeno social, que han revolucionado la forma de comunicarse y de interactuar entre las personas. Y, hay que aceptarlo, pero  otra cosa es pertenecer a ellas. Libre es el que vive como quiere y para eso debes tomar decisiones, aunque puedan ser equivocadas.

No quiero decir que las redes sociales no me resulten interesantes, reconozco sus virtudes y sus utilidades. Admito, que han creado un tipo de comunicación constante, rápida y sencilla, pero totalmente artificial y hemos caído en la tiranía hedonista del teléfono. El fin de lo privado y de la intimidad. La esclavitud y la dependencia de las redes sociales, nos hace fingir una felicidad ilusoria basada en la amistad artificial y en compartir todo lo que nos pasa.

Reivindico mi libertad de expresión, pero no me interesa lo que hacen los demás a nivel privado, ni creo que nada de lo que yo haga pueda interesarles a ellos. El sentirme bien conmigo mismo, con lo que tengo, con lo que me pasa, con los que me rodean… No necesito publicarlo en mis redes sociales para obtener un «like» o un comentario, de un desconocido en la red. Me niego a perder mi intimidad y perder el tiempo recibiendo enlaces, comentarios, fotos, seguidores y notificaciones para compartir. Me resisto a aceptar que cuanto más se comparta, mayor valor tendrá lo que se dice. Rechazo todas las posibles ventajas que me puedan aportar las redes sociales, aunque no sea nadie y no exista en la red.

Este blog es mi única participación en la red, con el único fin de dar mi opinión, hacerme preguntas y preguntarme por el por qué de las cosas, entrando en un debate ético que a lo mejor no sirve para nada, solo para defender la libertad de expresión.

 

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