La Casa Real ha hecho pública la información del patrimonio personal del rey Felipe VI, un ejercicio de falsa transparencia, que es vendida por algunos partidos políticos y medios de comunicación como un ejemplo de modernización, ejemplaridad y transparencia. La falta de transparencia es la que permitió que Juan Carlos I actuara con total impunidad durante décadas como jefe del Estado y que su hijo, que fue proclamado rey el 19 de junio de 2014, tras hacerse efectiva la abdicación de su padre, haya tardado casi ocho años en intentar ser transparente. Aunque la ley obliga a los miembros del gobierno español o los diputados del Congreso a presentar sus declaraciones de bienes y rentas al iniciar y al terminar su mandato.
El rey no tiene dicha obligación y ahora el Gobierno plantea un nuevo Decreto que habilita al Tribunal de Cuentas a fiscalizar los gastos de la institución. La noticia no debería ser que Felipe VI tenga un patrimonio personal de 2.573.392, compuesto por más de 2,2 millones de euros en depósitos y cuentas bancarias y 300.000 euros en joyas y obras de arte, sino que en el Portal de Transparencia todo español pueda consultarlo y que además estén dichos datos cotejados con los de la Agencia Tributaria. No basta solo con este ejercicio de falsa transparencia, es necesaria una rendición de cuentas de la monarquía, de presupuestos, gastos, regalos y actividades en general. Independiente de ser el rey, es el Jefe del Estado, debería tener el mismo nivel de transparencia. Sin olvidar también a su esposa, que como reina, en su papel de representación, patrocinio y acompañamiento del Jefe de Estado, tiene también su sueldo y patrimonio.
La transparencia en un indicador fundamental de la calidad de la democracia y la ciudadanía tiene derecho a una mayor información sobre las distintas actuaciones que realizan todos los poderes públicos; cómo, cuándo y cuánto gastan los responsables públicos incluido el rey y la Casa Real. Aunque aparte de la transparencia, sería necesaria la reforma de la Constitución para modificar el concepto de inviolabilidad del rey, para evitar posibles malas interpretaciones como ha sucedido con el rey emérito. De momento, solo hay que alabar la capacidad de ahorro y la buena organización financiera de nuestro monarca, que ha sido capaz de tener un patrimonio de 2,2 millones. Envidia sana, Señor.