Existen dos denominaciones para calificar la muerte de una persona por otra: el homicidio y el asesinato. Pero, siempre la sinrazón, define el hecho de arrebatar la vida a una persona. Porque no hay justificación para matar a nadie. Los asesinatos no dejan de ser actos de gran agresividad, que tienen su raíz en la sensación del derecho sobre la vida de otra persona. Cometidos por la persistencia de patrones de intransigencia en nuestra sociedad, en la que unos se erigen a través de un comportamiento agresivo, en los jueces y parte de un acto criminal. Es difícil entender, que Samuel Luiz, un joven de 24 años haya sido asesinado de una forma grupal y violenta en A Coruña, en una acera a la salida de una discoteca el pasado fin de semana, supuestamente por un malentendido. Sin que nadie hiciera nada para evitar su muerte.
La justicia decidirá si hubo un móvil homófobo y se puede considerar un crimen de odio. Porque según se ha relatado en las redes sociales, le golpearon al grito de «maricón». El tiempo dirá si el crimen de Samuel Luiz, ha sido por motivos de su orientación sexual o por una violencia desbordada de difícil comprensión, que nos saca una mezcla de empatía, rabia e indignación por un crimen brutal. Se cumplen 5 años de la violación grupal de «la manada«, la noche del 7 de julio de 2016 en Pamplona, ahora estamos hablando del asesinato grupal de Samuel Luiz por una manada de jóvenes que le propinaron puñetazos y patadas hasta dejarlo herido de gravedad y tirado en la calle, solo. Los servicios de emergencias trataron de reanimarlo durante dos horas, pero nada pudieron hacer por salvar su vida.
El asesinato ha coincidido con las celebraciones del Orgullo LGBTQ+, se han convocado manifestaciones y repulsas por la muerte de Samuel Luiz, que lo han convertido en un motivo de movilización y de lucha. No han faltado los políticos, las reivindicaciones, los debates y el hecho del repunte de los delitos de odio, para obviar el verdadero problema: el exceso de violencia y la apatía de los que la observan. Porque no basta con grabar las escenas con un móvil. Mi pregunta es si nadie pudo ayudar, excepto un joven senegalés que, en un primer momento, trató de separar a Samuel de sus agresores. No tengo explicación a la sinrazón, a la violencia injustificada contra Samuel, cuando salía de la discoteca junto a unas amigas hacia el paseo marítimo de La Coruña y una de ellas inició una videollamada. Un grupo de jóvenes comenzó a increparla al pensar que les estaba grabando y Samuel, para calmar los ánimos, intentó interceder, acabando malherido y abandonado en la acera.
Pero, no entiendo la apatía de todos los que les rodeaban, esos que corrían, observaban los hechos o se limitaban a grabar con sus móviles. ¿En que sociedad vivimos? Donde vemos impasibles un asesinato sin hacer nada, todos ellos y ellas, son cómplices también del asesinato de Samuel Luiz. Hay que tener más humanidad, más empatía, más valentía, no hay excusas ante la sinrazón para dejar apalear hasta la muerte a una persona. Pienso en mi hijo y en mi hija, que son adolescentes, que pueden estar saliendo de una discoteca y encontrarse con un grupo de energúmenos, que por un supuesto malentendido puedan ser asesinados y que nadie les ayude. Lo más grave no es que sea un motivo homófobo o crimen de odio, es la nula reacción humana de simplemente ayudar.
Los insultos dicen mucho de nosotros mismos, son una forma de definirnos, respecto a nuestras creencias y valores. Si decimos maricón, no estamos diciendo homosexual, estamos cayendo en la violencia homófoba. Porque diciendo maricón, insultamos. Queremos decir que es menos hombre o que no es hombre.
Decir improperios, es ofender a alguien provocándole. Su función es amenazar, humillar o atacar la imagen de una persona. Decir maricón es homófobo, decir puta es sexista y decir tonto es discriminatorio. El insulto no es admisible, está reñido con la inteligencia y el respeto.
Cuando dices maricón, estamos cuestionando la orientación sexual de la persona. No le tratas como a un igual. El machismo nos hace creer superiores a esas personas homosexuales. Decir maricón, nos delata. Porque hay personas que cuando dicen maricón, están insultando y sacando todo lo peor de ellos, Cuando mataron a Samuel Luiz, le quitaron la vida, pero también le llamaron maricón, Y, eso, se llama homofobia.