La falacia de la independencia.

Una falacia es un razonamiento engañoso, pero con apariencia de convincente y persuasivo. Es una argumentación demagógica y seductora,  despertando sentimientos y emociones entre la gente, buscando cierta o total legitimidad. Pero, aunque digan que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, no es cierto. Se puede convencer a muchos, se podrá enmascarar, distorsionar o manipular  
pero seguirá siendo mentira.

Seguro que hay verdades inapelables en los catalanes que desean la independencia e incluso muchos de ellos se creen todas las cosas que les han prometido. Pero, una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) no es posible, es una quimera. Es un proceso de establecer un nuevo Estado soberano e independiente dentro de otro Estado sin el consentimiento del que se separa y además hay que obtener el reconocimiento de la comunidad internacional. Defender una DUI es una falacia, es llamar a la violencia, unos por su consecución y otros para que no la consigan.

Hace un año en el referéndum de independencia del 1-O, se recurrió a la presión judicial y a la violencia policial para que no celebrara dicho referéndum ilegal. Pese a todo, centenares de colegios electorales abrieron en un acto de desafío al gobierno español y más de 2 millones de personas votaron. Los resultados no tuvieron todos los componentes de legalidad, pero hubo una cosa incontestable: la gente quería dar su opinión sobre la independencia de Catalunya. 

Los catalanes que desean la independencia de Catalunya tienen todo el derecho a luchar democráticamente por conseguirla, tienen tanto derecho como los que están en contra. Pero, otra cosa muy diferente, es que los políticos utilicen la falacia de la independencia, para convencer con argumentos falsos, verdades a medias, datos engañosos y descripciones manipuladas de que es posible obtenerla de manera unilateral.

A lo mejor «el derecho a decidir«, es un invento de los independentistas, 
que no existe en nuestro ordenamiento jurídico ni tiene reconocimiento internacional, pero alguna solución habrá que pergeñar. Si la unilateralidad no sirve, ni la nueva aplicación del 155 y la fuerza de la ley tampoco lo soluciona. ¿A qué estamos esperando, a la violencia en las calles, al enfrentamiento de las ideas por la fuerza?

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