El miedo es una reacción ligada a nuestro instinto de supervivencia, el miedo nos paraliza y nos lleva a la inacción, pero hay que aprender a vivir sin miedo. Conocer nuestras fobias, nos ayuda a hallar maneras de superarlas, pero sin olvidar su origen y también las precauciones para evitar posibles episodios de miedo. Olvidar nos permite adaptarnos a las circunstancias, depurar todo lo innecesario o irrelevante, borrando las experiencias traumáticas y así poco a poco, perder el miedo. Pero, es tan peligroso, mantener la percepción sobre las consecuencias negativas del miedo en lo cotidiano, como olvidar rápidamente los recuerdos del pasado, si afectan a nuestras actividades o responsabilidades en nuestro entorno.
El miedo es aquello que nos asusta, algo que tanto tememos, pero que gusta convencernos de que la probabilidad de que vuelva a ocurrir es muy pequeña. Nos dicen los científicos, que puede haber un posible rebrote del coronavirus en otoño. De momento, aún no somos capaces de detener nuevos brotes, de detectar los contagios precozmente, de aislarlos, de investigar sus contactos. La cuestión de la inmunidad de grupo no se ha alcanzado, porque se habla de que solo el 5 por ciento de la población estaría inmunizada. Sin embargo, cada día parece que la gente con sus actitudes y falta de prevención, están olvidando que puede volver a suceder. Hay que vivir sin miedo, disfrutar del ocio, del buen tiempo, de la relación con los demás, no parar la economía, recibir a turistas, pero eso supone correr riesgos que pueden tener graves consecuencias.
Los virus tradicionalmente no conocen fronteras, aunque normalmente están localizados en ciertos países mientras que el Covid-19 es una pandemia que está en todo el planeta. Cuando vuelva a hacer frío, cuando vuelvan los resfriados, cuando la gente empiece a estornudar, puede darse ese nuevo rebrote. Aunque, no podemos hablar de verano o invierno en general, porque en el Hemisferio sur, el invierno es del 21 de junio hasta el 21 de septiembre. En un mundo global, la gente se desplaza y el riesgo de contacto existe. Podemos vivir sin miedo, pero si olvidamos que no existe una vacuna y que no cumplimos las normas sanitarias, nos veremos abocados a un posible contagio, el desconfinamiento demuestra que algunas personas son incapaces de no aglomerarse, es una cuestión de responsabilidad de todos, pero que nadie se olvide de que puede volver a suceder…