La responsabilidad de la sociedad llega hasta que se produce el desfase de sus ciudadanos y ciudadanas, la fase 1 de las desescalada del coronavirus, ha significado la salida la gente a las calles, a las playas y a los bares, la euforia de poder salir de casa ha hecho olvidar la responsabilidad por la irresponsabilidad, el civismo por el incivismo. Donde mucha gente se ha olvidado que seguimos con el riesgo de contagio, que siguen falleciendo personas cada día y que parece nos cuesta adoptar la distancia social como mejor medida. Nunca en teoría, la Humanidad ha estado mejor preparada para afrontar con éxito una crisis como la generada por el coronavirus, aunque los resultados no lo demuestran. Hemos tenido que adaptar soluciones del pasado como el confinamiento, la distancia social y la responsabilidad social para poder mitigar los estragos del Coronavirus.
Se ha tenido que recurrir a una alarma sanitaria, que recorta la libertad de desplazamiento y movimiento de las personas, que ha sido una forma de tratarnos como a niños. Nadie confió demasiado en la responsabilidad ciudadana. Hemos estado durante ocho semanas confinados en nuestras casas, escuchando en los medios de comunicación eufemismos tales como “desescalada”, “aplanamiento de la curva” o “nueva normalidad», aparte de escuchar las cifras de contagiados y de muertes. Nos encontramos ante un virus que mata, mientras se encuentra una vacuna parece lógico pedir la obligación y la responsabilidad de la ciudadanía en no desmadrarse. No podemos alabar las formas de China que como dictadura, no deja nada a la responsabilidad, ni a la improvisación, simplemente se hace por obligación.
No es que nos tengan que premiar por nuestro buen comportamiento, ni que nos limitemos a quedarnos en casa porque estamos obligados, ni que aplaudamos como reconocimiento al personal sanitario que la sociedad no paga decentemente. Es una cuestión de que nada sirve lo que hemos hecho hasta ahora, si el desfase lo producimos nosotros no habrán nuevas fases de desescalada. Nuestra actitud en la calle nos expone a contagiarnos y a contagiar a los demás. Ahora, podemos tener una lista interminable de excusas: desde el tiempo que llevamos sin poder salir de casa, las ganas que tenemos de hacer las cosas que hacíamos antes, la falta de costumbre de guardar una distancia social o de ponernos una mascarilla. Si no queremos que nos traten como niños, deberemos actuar como mayores…