Las vacaciones y el consumismo parece que son dos términos que están asociados. Las vacaciones son una conquista reciente, como derecho social de la clase trabajadora, igual que el derecho al trabajo, la jornada de 8 horas y los días de descanso semanal. Las vacaciones en España vienen reguladas de manera muy breve en el Estatuto de los Trabajadores (art. 38): «El periodo de vacaciones anuales retribuidas, no sustituible por compensación económica, será el pactado en convenio colectivo o contrato individual. En ningún caso la duración será inferior a treinta días naturales». Pero, como tantos derechos en España, se tienen pero no se cumplen. Hay muchos españoles que no pueden disfrutar de vacaciones: cuatro de cada 10 españoles no pueden permitirse ir de vacaciones fuera de su casa al menos una semana al año.
Cuando llega la época de vacaciones, todo el mundo está pensando en olvidar el estrés, el trabajo y las mil ocupaciones y preocupaciones del día a día. La necesidad de descanso y de ocio se hace más urgente. Todo dependerá del dinero que dispongamos o nos endeudemos para conseguir esas vacaciones. Todo se basa en consumir, ganar ocio y supuesto descanso a fuerza de gastar dinero. La publicidad nos venderá unas vacaciones con imágenes de parajes y situaciones paradisíacas, países y ciudades inolvidables, excursiones, cruceros, diversiones, hoteles…
Consumo y más consumo. Olvidamos la precariedad del trabajo, el sueldo ínfimo, los problemas para poder llegar a fin de mes… En las vacaciones se basa todo en descansar, gastar y gastar. Para después seguir pagando durante el año o intentar ahorrar (los que puedan). Un engaño, más del consumismo, en el cual irnos de vacaciones nos obliga a seguir soportando once meses de frustración. Y, eso los más afortunados, porque el 40% de los españoles no pueden permitirse ir de vacaciones.
Las vacaciones producen satisfacción, pero eso pasa pronto, viene el síndrome postvacacional y el ansia de unas nuevas vacaciones. Las vacaciones basadas en el consumismo crean frustración y la gente «olvida» su situación durante todo el año, para poder disfrutar de nuevo de unas vacaciones. Gracias a las vacaciones se ha creado la industria del turismo, donde consumir supone riqueza para los empresarios hoteleros, restauración y servicios en general. Y, para sus trabajadores altas tasas de temporalidad, alta rotación, baja calidad de los empleos, sueldos bajos y explotación para sus trabajadores. Las vacaciones se han convertido en una manera de explotar a millones de trabajadores para que otros disfruten de su ocio. Las vacaciones significan el aumento de contratos, el alivio en las cifras de desempleados, para volver de nuevo, pasadas las vacaciones, al paro.
En contra de este tipo de vacaciones de consumismo y explotación, en contra de que la industria del turismo sea la gran industria española, en contra de que la riqueza del turismo sea para unos pocos y para el resto precariedad. En contra de que las vacaciones no se basen en la sostenibilidad, en sentirnos libres, en disfrutar de unas aficiones y en cualquier placer que signifique felicidad y descanso. En contra, en definitiva, de comprar con dinero nuestra felicidad, de dejarnos engañar y de hacernos cómplices de un sistema económico que nos ahoga, nos crea dependencia y crea diferencias…