Parece que hoy en día, casi todo tiene una especial expectación mediática: un acontecimiento deportivo, un estreno cultural, la final de un programa de televisión, el desenlace del final de una serie, la boda o el divorcio de los famosos, la sentencia de un juicio, la jornada histórica en unas elecciones e incluso la aparición de un virus en China. Repetir una frase o una palabra de manera compulsiva cuando lo hacen nuestros mayores, cuando narran con nostalgia los momentos de su vida, por encontrar alguien que les escuche, pensamos que es fruto de la edad, de indicios de un deterioro cognitivo. Sin embargo estamos acostumbrados a escuchar una y mil veces lo mismo en los medios de comunicación y en la redes sociales. Y, lo que es más grave, muchas veces lo mismo, explicado de diferente manera, tan diferente que muchas veces no parece lo mismo.
El tratamiento informativo y la cobertura mediática de cualquier noticia debería de contar con todos los puntos de vista implicados en la cobertura de un hecho, separando lo que es noticia de lo que es opinión. Diferenciando el rigor periodístico del circo mediático, porque como decía una ley de propaganda atribuida al nazi Joseph Goebbels «una mentira con suficiente frecuencia, se convierte en verdad». Lo cual puede suponer desinformación, aparte de una posible reacción de las personas que escuchan y ven dicha noticia, que puede ser motivo de intranquilidad y de temor para ellos. Mucho más, cuando se hablan de términos como: afectados, muerte, contagio, propagación, protocolos, emergencia internacional, sin antídoto conocido, restricciones al movimiento de las personas, medidas sanitarias, repatriación de personas… ¿Alguien se acuerda de la crisis del ébola?
No hay limites para los periodistas en los medios de comunicación y mucho menos en las redes sociales a la hora de informar a la ciudadanía de un hecho en particular y de crear un falsa expectación, como con el tema del brote del coronavirus en la ciudad china de Wuhan. La Comisión de Salud de China ha elevado este jueves a 170 los muertos por el brote del nuevo coronavirus en el país y a un total de 7.711 los casos confirmados. El comité de emergencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado la emergencia internacional. La expectación que genera todas estas noticias, aparte de muchas «fakes news», generan desde miedo en la población, hasta brotes de xenofobia y cierre de fronteras de Rusia, la restricción de acceso por parte de Estados Unidos o la suspensión de tráfico aéreo con China, por parte de Italia, como solución a la propagación de un virus. Pero, como paradoja la repatriación de nacionales a sus respectivos países, saliendo de China con el riesgo de un posible contagio.
El coronavirus desde la primera alerta el 31 de diciembre en China, solo sabemos que es poco contagioso, que la tasa de mortalidad es baja, que la fuente de infección está bajo investigación, que no existe un tratamiento especifico, que se están empleando antivirales, que ha sido diagnosticado en 18 países fuera de China, que aún no hay casos en España pero que puede haberlos. Que no hay problemas para el consumo humano de productos procedentes de China y mucho menos con el contacto con personas chinas. Que si las personas que han viajado a China, a su regreso, presentan una sintomatología compatible con una infección respiratoria aguda, acudan a los servicios sanitarios para que valoren su estado de salud. Que la declaración de emergencia internacional por parte de la OMS, es para tener una respuesta internacional coordinada de una enfermedad. Y, nada más, porque repito, una cosa es el derecho a informar y otro muy diferente es convertir el brote de un virus, en un circo mediático vivido en tiempo real, en crear una falsa expectación, en informar sobre nada…
Estamos acostumbrados a leer, escuchar o ver noticias sobre desastres naturales, terrorismo, violencia machista o sobre el calentamiento global. Noticias que aparecen con la misma celeridad que se olvidan por otras, vivimos en la noticia permanente, donde lo cotidiano se deja por lo mediático. Parece que los medios de comunicación tienen siempre que exprimir ciertas noticias para conseguir audiencias, es el caso del coronavirus surgido en la ciudad china de Wuhan.
En una comunidad internacional que se olvida permanentemente del hambre que sufren millones de personas, donde hay una indiferencia total hacia epidemias que no son erradicadas en el tercer mundo, bien por falta de interés de los estados y de la poca rentabilidad por parte de los laboratorios farmacéuticos. Estamos hablando de temas que raramente son noticia, como la esperanza de vida, las consecuencias socioeconómicas en las enfermedades, el mejorar el acceso a los servicios de salud, el tener las infraestructuras, especialmente en el sector de agua y del saneamiento.
Resulta paradójico, que sea noticia un coronavirus en China, poco contagioso y de baja mortalidad, comparado con las grandes epidemias que arrasan los países del tercer mundo. Y, que hasta la gripe estacional mata, cada año, a millones de personas. Investigan con urgencia en vacunas y antivirales, donde hay medios diagnósticos adecuados, unidades de aislamiento y personal especializado. Donde se somete a cuarentena a millones de personas, que se construyen dos grandes hospitales en la provincia de Beijing en pocas semanas… Quizás todo esto es más mediático que hablar de malaria, del dengue, del VIH, del cólera o del virus del Ébola en África. Solo el brote de sarampión declarado en la República Democrática del Congo (RDC) ha causado en 2019 más de 6.000 víctimas mortales, sin que haya sido noticia. Sigo sin entender por qué ciertas cosas tienen tanta repercusión mediática y otras son intencionadamente olvidadas.
La Comisión Nacional de Sanidad de China a fecha de hoy, 8 de febrero, cifra los contagios diagnosticados, por el coronavirus de Wuhan, en 34.546 y el número de muertos en 722. En total, fuera de China continental, hay casos confirmados en 25 países, incluida España. Tenemos una pandemia en un país con más de 1.400 millones de habitantes, en un mundo global, lo que supone una situación de emergencia que conlleva implicaciones para la salud pública de todo el mundo. Se acerca a las cifras del SARS que surgió en China en 2003 que dejo 774 decesos.
No sabemos la importancia de dicha pandemia, ni su posible expansión, solo sabemos que su expansión no es rápida y que su tasa de mortalidad es pequeña de momento. Y, que aún no se ha encontrado una vacuna o un tratamiento efectivo para el virus. Desconocemos su repercusión, aunque si conocemos su expectación mediática.
Si retrocedemos en el tiempo, la gripe A en el siglo XX, provocó tres grandes pandemias. En 1918, la mal llamada gripe española que afectó a buena parte de la población mundial y causó de 20 a 50 millones de muertos. En 1957, la gripe asiática provocó la muerte de cuatro millones de personas. Y, la gripe de Hong Kong, de 1968 a 1969, que surgió en el interior de China y causó, dos millones de muertos. Pero, ninguna de estas situaciones son comparables con el coronavirus de Wuhan, por la mejora actual en la higiene, la sanidad y los medios empleados para su posible solución.
Como siempre el gran peligro de cualquier enfermedad, está en los países menos desarrollados y con sistemas de salud insuficientes para detener posibles casos. El problema no es la aparición del brote, ni el desconocimiento de su tratamiento, es como siempre la desigualdad y la pobreza en este mundo, lo que no es noticia o no interesa serlo. Más de cien millones de personas pueden morir de hambre en todo el mundo, sin embargo parece que ponemos el foco mediático en este coronavirus de Wuhan.