Vender bombas o doble moral.

Decía el filósofo británico Bertrand Russell que: «la humanidad tiene una moralidad doble: una moral que predica y no practica y, otra, que practica pero no predica».  Mientras, que la ministra de Defensa, Margarita Robles,
inició los trámites para que quedará anulado el contrato para la venta de 400 bombas de precisión a Arabia Saudí. Comienza la doble moral, por parte del alcalde de Cádiz José María González (Podemos), lamenta que se obligue a decidir «entre defender el pan o la paz» en el contrato entre Navantia y Arabia Saudí, posicionándose a favor de conseguir carga de trabajo por encima de todo; Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos  afirmó que es: «un dilema imposible entre fabricar armas o comer».

Los trabajadores de Navantia comienzan las movilizaciones para no perder el contrato de las cinco corbetas, por 1.813 millones de euros, que tenían que construir en los astilleros de Navantia en San Fernando, claramente vinculados a la posible anulación de la venta de las 400 bombas de precisión. Rápidamente el apoyo de la presidenta de la Junta de Andalucía y al final Pedro Sánchez, presidente del gobierno, desautoriza a su ministra de Defensa y defiende los contratos de Navantia en la bahía de Cádiz , dando tranquilidad a sus trabajadores.

La doble moral del negocio de las armas, se puede plantear de distintas formas. Las armas tienen un sentido ético que depende del uso que se les dé. Pueden utilizarse para ejercer el derecho legítimo de defensa propia de un país o de las personas, hasta que la industria armamentística es un negocio como otro cualquier otro, con la diferencia de que lo que se fabrica mata. Pero, la construcción y venta de armas es un buen negocio, España exportó material en 2017 por valor de 4.346 millones, el 1% del PIB.

Lo que para unos es una cosa poco ética, para otros es una forma de generar puestos de trabajo y de conseguir dinero. Las armas matan y mucho más cuando no se verifica su uso, las armas pueden acabar en manos de cualquier país, incluso en manos de dictaduras, pudiendo perpetrar violaciones del derecho internacional. Olvidando el Tratado Internacional del Comercio de Armas aprobado en la ONU el 24 de diciembre de 2014, ratificado por España, en que no puede en ningún caso comerciarse con armas con países que puedan utilizarlas para cometer genocidios, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad,…» 

Por ejemplo, es el caso de Arabia Saudí que viola los derechos humanos de las minorías y de las mujeres, que está vigente la pena de muerte, que reprime el norte de Yemen y que apoya el terrorismo islamista. La doble moral de vender armas para conseguir petrodólares está por delante que el salvar vidas. Se prioriza vender armas antes que perder negocios como el AVE a la Meca o el metro a Riad.  

Son todos los gobiernos igual de culpables, se ha preferido apostar por una industria armamentística y que los astilleros construyan barcos y submarinos de guerra. Se ha apostado por lo fácil, por lo seguro. En democracia los ciudadanos somos los responsables por acción u omisión de lo que pasa en nuestros países. Somos los ciudadanos y ciudadanas los que con nuestro voto hemos de presionar al gobierno de turno que deje de fabricar y de vender armas. 

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  1. Andrés Marco Lou

    «La política es convertir los ideales en realidades», ha dicho el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hoy miércoles ante el pleno del Congreso de los Diputados respecto a la posición del Ejecutivo sobre la venta de armas a Arabia Saudí. Defiende el contrato para construir cinco corbetas en los astilleros de Navantia en San Fernando (Cádiz) por 1.800 millones de euros antes que buscar otras soluciones. Mientras las principales ONG se movilizan contra la venta de armas por la sangrienta guerra de Yemen y después del vergonzoso asesinato del periodista saudí, Jamal Khashoggi, en el consulado de Arabia Saudi en Estambul. Priorizar el posible resultado de las elecciones andaluzas a la defensa de los Derechos Humanos y la libertad de expresión no es una solución. Hay que invertir en Navantia por la carga de trabajo equivalente, orientando la fabricación a otros proyectos que no sean militares, para conservar los puestos de trabajo. La política no es convertir los ideales en trabajo, a cambio de posibles votos.

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