El término infodemia lo emplea la Organización Mundial de la Salud para referirse a la gran cantidad de información, tanto de noticias rigurosas como falsas sobre el coronavirus de Wuhan. Lo que implica, aunque resulte paradójico, una epidemia de desinformación en internet y redes sociales, algunas por ser inexactas y otras por ser imposibles de verificar. Todo esto genera miedo en las personas, en las empresas e incluso en los gobiernos. El miedo es libre a nivel personal, pero lo que es peor, es que la sociedad nos hace vivir en la cultura del miedo permanente.
Miedo en la sociedad, en nuestras vidas, incluso en nuestras casas. Miedo a engordar, a sufrir un accidente, a una catástrofe natural, al calentamiento global, al terrorismo, a perder nuestro trabajo o nuestra pareja, a tener una enfermedad… Parece que vivimos en un riesgo permanente, tenemos la percepción basada en el adagio de «si algo malo puede pasar, pasará». Como dice la ley de Murphy más conocida, una tostada untada con mantequilla o mermelada siempre caerá al suelo por ese lado, nunca por la parte sin untar. Eso, muchas veces se convierte en aceptar a regañadientes los resultados nefastos que se suceden en la vida, con cierta resignación.
Es tal la cultura del miedo en la que vivimos, que repasamos las etiquetas de los productos para ver su composición, leemos los prospectos de los medicamentos, repasamos el número de calorías ingeridas, si tiene azúcar o gluten… Nos volvemos un poco hipocontríacos con la salud, con nuestro peso, con nuestra edad, con el ejercicio físico necesario… Pero, no nos basta con ello, para seguir en dicha cultura del miedo, nos convencemos que tenemos que asegurar nuestra vida, nuestra futura pensión, nuestro riesgo de accidente, nuestras viviendas, nuestros vehículos… Contratamos pólizas en las compañías de seguros por miedo a perder lo que tenemos o para asegurar el futuro incierto.
Pero, ahora las redes sociales y los medios de comunicación de dedican a transmitir una infodemia constante sobre ciertos temas, que nos repiten constantemente: la posibilidad de un atentado terrorista, el recalentamiento del planeta, la inseguridad ciudadana, la violencia machista, la propagación de un virus… Los medios de comunicación necesitan cubrir sus espacios de tiempo, buscar el morbo y su posible rentabilidad económica. La cultura del miedo se contagia con más facilidad que ningún virus, se crean problemas que muchas veces se contagian con «fake news». Circulando esas falsas noticias, creando a su vez un tsunami de informaciones, con el propósito de crear incertidumbre, de generar miedo.
No podemos dejarnos apoderar por la cultura del miedo, que no sean los medios e Internet y su infodemia, los que nos digan lo que tenemos que hacer y no hacer; que los individuos no dejemos en manos del Estado las tareas de pensar y tomar decisiones por nosotros. El miedo es una emoción humana, pero además es contagioso, nos hace menos reflexivos, menos libres, menos justos, menos solidarios y más manipulables. Quizás por dicha razón les interesa a muchos, que sintamos miedo, a perder nuestra libertad por tener una supuesta seguridad. Ahora, nos toca el coronavirus de Wuhan…
Seguimos con el miedo a una epidemia, quizás por la superpoblación y la densidad de habitantes en China, quizás porque es la segunda potencia mundial, quizás por el desconocimiento de su origen y su posible solución, quizás por el posible oscurantismo de la dictadura china. No sé los motivos, pero quizás son muy importantes y yo no llego a entenderlos. No entiendo que no sea noticia las situaciones límite de muchas zonas del planeta por hambre, por epidemias, debido a sequías, inundaciones y carencias económicas, por guerras, con millones de muertos.
Cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) informa sobre una crisis en África sin precedentes, que hay al menos 45 millones de personas de 16 naciones del sur de África que se encuentran en riesgo de morir por hambre y eso no es noticia. Cuando siguen muriendo millones de personas por diarrea, malaria, sarampión, septicemia o SIDA y los laboratorios siguen cobrando cantidades disparatadas por sus patentes o no consideran rentable la investigación de dichas enfermedades.
Cuando la apatía y la indiferencia de la comunidad internacional hacia los países pobres, es digna de una total deshumanización. Cuando nunca hemos tenido tantos medios y tecnología a nuestra disposición, pero sigue habiendo pobreza, opresión y desigualdad en nuestro planeta. Y, que lo aceptamos como normal, dentro de la pasividad y el desánimo. La solución y los medios están en manos de los países ricos, pero todos somos responsables del sufrimiento de los demás y de conseguir el bien común para todos. Luchando con pensamiento crítico, contra los dogmas y el miedo…