Carpe diem, es en latín, disfrutar del momento, disfrutar del día, no desperdiciar ni un solo instante, no pensar en el mañana y disfrutar del hoy. Pensar que todo momento es único e irrepetible, que todo lo que no hagamos lo dejaremos por vivir. Vivir cada amanecer y atardecer como si fuera el primero y el último. Es hora de remplantearse objetivos y metas, de aceptar que un virus nos puede hacer replantear nuestra forma de concebir nuestra vida y el futuro. A carpe diem, no se llega durante una pandemia, durante un confinamiento, es una enseñanza de vida, de vivir el presente sin pensar en el futuro, pero, también puede ser una excusa para olvidar la responsabilidad que tenemos hacia los demás.
En esta sociedad donde es difícil empatizar con el dolor ajeno, donde la gente no admite criticas, donde muchos creen que sus propias opiniones o intereses son más importantes que los de los demás, donde a algunos les gusta mantener una superioridad discursiva e intelectual sabiendo y opinando de todo. En una sociedad en la que nos creemos el ombligo del mundo, donde se ha convertido en costumbre el compartir: lo que hacemos, lo que comemos, cómo nos vestimos, el lugar al que viajamos o incluso cómo nos sentimos. Donde muchos y muchas buscan en el hedonismo su forma de vida, buscando el placer y evitando el dolor, buscando solo una vida placentera y sin problemas. En una sociedad egoísta, donde hay un excesivo amor por sí mismo, donde solo nos ocupamos de aquello que es para nuestro propio interés y beneficio, sin reparar en las necesidades de los demás. Donde hemos hecho una forma de aislarnos emocionalmente de los demás, nada altruista, en la que tendemos al victimismo, a quejarnos y a culpabilizar a los demás cuando algo no sale como esperábamos. Parece que lo único que nos queda es el carpe diem.
En un contexto donde están apareciendo rebrotes del coronavirus, donde algunos pasan del optimismo al pesimismo en un instante, donde todo el mundo dice lo que sabe y lo que se imagina; donde la verdad de ahora será la mentira de mañana; donde algunos son incapaces de ser solidarios y pensar en los demás; donde para algunos no existe ni distancia social, ni mascarilla, ni medidas higiénicas… Parece que lo único que importa es un: !Viva la vida! Un carpe diem, negándose a acatar ninguna responsabilidad, hacia los demás. Parece que es el momento del hedonismo estival, donde nadie piensa lo que puede pasar este otoño e incluso este verano. Debería de ser una cura de humildad, de reconocer que el virus está entre nosotros y que no tenemos una vacuna, por el momento.
No soy virólogo, científico ni experto en la materia, no entiendo de casi nada, me gusta escuchar y analizar, tengo muy claro el separar las cosas que puedo controlar y las que no. Depende de mí, establecer unos hábitos y cumplirlos, hacer caso a las recomendaciones sanitarias, no puedo anteponer el carpe diem a la solidaridad y a la responsabilidad. Lo demás depende de los científicos, de los políticos, de los economistas e incluso de Dios o de la suerte, según crea cada uno. Pero, que los brotes no sigan avanzando y que se descontrolen, también depende de cada uno de nosotros, de nuestra responsabilidad…