El principio general de una persona, un voto; de que todos los votos valgan lo mismo, debería ser el sistema electoral adecuado. Todos deberíamos ser iguales a la hora de elegir ante las urnas. Un parlamento elegido con el voto directamente proporcional de los electores sería fielmente representativo de la realidad política del país, sería complicado obtener mayorías y todo se basaría en coaliciones. La gobernabilidad dependería de los pactos y el entendimiento entre partidos, no de un sistema electoral basado en fórmulas matemáticas. Hay que cambiar esta Ley Electoral y mejorar la proporcionalidad del sistema.
Votar es un proceso aparentemente sencillo, cada ciudadano vota y decide a sus representantes. El sistema actual que rige en España, conocido como sistema D’Hondt, se trata de un un sistema electoral de cálculo proporcional que divide el número de votos emitidos para cada partido entre el número de cargos electos con los que cuenta cada una de las 52 circunscripciones (cada una de las provincias más Ceuta y Melilla). Tras realizar la votación, se eliminan todas aquellas candidaturas que no lleguen a un 3% mínimo de votos y luego se realiza un cálculo para asignar los diputados.
La Ley d´Hondt llega a ser verdaderamente proporcional cuando se reparte un número alto de escaños, como en Madrid y Barcelona. Pero, en las circunscripciones más pobladas cuesta más conseguir un diputado mientras que en las menos habitadas se puede conseguir un escaño con menos votos. Las provincias menos pobladas están claramente sobrerrepresentadas, si un partido tiene repartidos sus votos en varias circunscripciones pueda obtener menos escaños que un partido con mucho apoyo en una sola provincia, como puede ser el caso de los partidos nacionalistas.
Si una provincia tiene tres escaños, como es el caso de muchas en España, solo tres partidos pueden logar un escaño y, además, ese tercer partido debe tener un porcentaje de votos relativamente alto para entrar, lo que en la práctica, favorece al bipartidismo por el efecto del voto útil
Mientras que el Congreso de los Diputados se configura según la Ley D’Hondt, en el Senado, el sistema no es proporcional, sino un sistema de voto por mayoría. Los candidatos que han obtenido más votos son los que obtienen un puesto en el Senado; eso significa que los no obtienen el voto de la mayoría, al final son votos perdidos. Y, que las provincias de menos de 100.000 habitantes son las que tienen más senadores.
La gobernabilidad debe depender de los pactos y el entendimiento entre partidos, no de un sistema electoral basado en fórmulas matemáticas. Hay que cambiar esta Ley Electoral y mejorar la proporcionalidad de un sistema que no es justo.