¡Sálvese quien pueda!

Cuando todo es confusión, el grito de «sálvese quien pueda» es lo mismo que decir «el que pueda, que se salve, y el que no que se …» Tanto en un naufragio, en un incendio, en una catástrofe en general, cuando existe la inminencia de un peligro y no se tienen los medios para salvar a todos, se utiliza la frase para que cada uno tome la precaución de ponerse a salvo. Los políticos han pasado en esta pandemia del coronavirus de «salvemos a quien podamos» a dejar un poco a la suerte a todos los ciudadanos, en defensa de la economía. En estos momentos, hemos dejado la salud como prioridad, para no perder los votos de los ciudadanos. Se ha instalado, de esa forma, la funesta fórmula del «sálvese quien pueda», da igual el número de contagios, que la Sanidad se colapse, parece que lo único importante es que no aumente el número de fallecidos. En defensa de esa ciudadanía «abandonada», se ha convenido y hegemonizado los intereses colectivos en pos de una supuesta libertad mal entendida.

Se ha confundido el ámbito privado, de que cada uno puede hacer lo que quiera en la esfera social. La libertad termina donde empieza la de los demás, el tesoro más preciado que posee el ser humano no se puede desvincular de los demás. El simple hecho de ser libre es una cuestión social. Todos somos cómplices de la libertad de los demás y no podemos eludir nuestra responsabilidad: el no vacunarse es una falta de respeto a la libertad de los demás. Estamos ante tan lúgubre panorama, que es difícil no caer en el desaliento, porque aunque las vacunas no impiden los contagios de Covid-19, sí que reducen la transmisión del virus. Según numerosos estudios, los protegidos frente al Covid-19 contagian 12 veces menos que los no vacunados y los vacunados entre 20 y 60 años, tienen diez veces menor de ser hospitalizadas por Covid que los que no se han vacunado.

Nos corresponde a todos nosotros la responsabilidad personal, pero también a nuestros dirigentes el emprender los cauces para no dejar a la ciudadanía al «sálvese quien pueda». Vivimos una crisis sanitaria sin precedentes, la política lucha entre dictar normas según sus convicciones o pensando en las urnas. La política no se puede permitir fracasar, porque ahora en un momento de crisis es más necesaria que nunca, para recuperar una gestión de la cosa pública desde una perspectiva más exigente y pensando no solo en la economía, sino también en la salud. Lo primero es aceptar la realidad tal como se presenta, pero es muy diferente caer en el conformismo de no hacer nada hasta pasar las fiestas navideñas. La incidencia comenzó en esta sexta ola en Alemania, Austria y Países Bajos pensando que no llegaría a España, por nuestro alto índice de vacunación, pero nos ha llegado y ahora «solo nos queda el sálvese quien pueda»…

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