Predicar y no practicar con el ejemplo.

En la vida no puedes decir una cosa y hacer otra diferente, se debe predicar pero también practicar con el ejemplo. Nunca se debería predicar lo que no eres capaz de hacer con hechos y mucho menos los políticos, los personajes públicos, todas esas personas que pueden ser un referente para el resto de la sociedad. Los políticos deberían tener coherencia entre lo que dicen y luego practican, es decir, predicar con el ejemplo. Deben tener un nivel de congruencia por lo menos de puertas para fuera, porque cuando existe desfase entre sus palabras y sus hechos, pierden toda la credibilidad. Si el político pierde la coherencia entre lo que expresa y hace, nos están engañando a todos y solo les queda una sola opción: dimitir. Parece que nunca se aplican a ellos y a sus partidos lo que predican al resto de la ciudadanía. Nos tratan de dar lecciones a los demás, desde un cinismo hipócrita, predicando de palabra lo contrario de lo que hacen. Predicar con el ejemplo sería la solución para acabar con muchas prácticas corruptas y que la gente confiaríamos más en nuestros políticos.

La incoherencia no es solo potestad de los políticos es de casi todos, nos vamos a incluir nosotros mismos. Nos las damos de ecologistas y tenemos costumbres contaminantes; nos creemos solidarios y caemos en el capitalismo más consumista; defendemos el feminismo y tenemos actitudes machistas; somos pacifistas y eliminaríamos a nuestro rival; defendemos la democracia y somos intolerantes… Pero, un político no debería tener ninguna posibilidad de ejercer su función, si no es capaz de hacer lo que predica. Y, esto vale para todos los políticos, independientemente de su ideología y de su partido político. La política, como vocación de servicio público exige renuncias, si puedes ejemplificar tus actos, es mejor que abandone la política, sus cargos y dimita por honestidad. No se puede aspirar a que los demás cumplan unas normas, si no se predica con el más escrupuloso ejemplo personal.

El pasado domingo 25 de octubre, se declaraba el estado de alarma, para que las CC.AA puedan aplicar las medidas destinadas a combatir la segunda ola de contagios del Covid-19, entre ellas la limitación de las reuniones privadas: «quedará condicionada a que no se supere el número máximo de seis personas, salvo que se trate de convivientes…». Pero, resulta que ayer lunes se celebró una fiesta de el diario digital El Español, que celebraba su quinto aniversario, con la entrega de sus premios Los Leones, en la que asistieron en el Casino de Madrid, entre 80 y 150 personajes públicos: empresarios, políticos de todo el arco parlamentario, entre ellos se encontraba el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Todo esto después de haber decretado el estado de alarma, que limita reunirse con más de seis personas, que recorta el aforo de la hostelería, pero que no ha impedido que se reúnan para cenar y olvidar que los espacios cerrados, la falta de distancia de seguridad y el no utilizar las mascarillas, son vectores de contagio. Lo dicho, la irresponsabilidad y el no practicar con el ejemplo, prefiriendo los boatos, las fiestas y salir en las fotografías, después nos pedirán que hemos de cumplir las normas que nos dicen. Supongo que nadie dimitirá, pero por lo menos podrían pedir perdón a todos…

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  1. Andrés Marco Lou

    Estamos todos confusos, estamos hartos, estamos cansados, pero la actitud de empresarios, políticos y demás personajes del famoseo que han sido incapaces de rechazar la invitación de Pedro J. Rámirez a una fiesta que se celebró en un recinto cerrado, con tantos invitados. Provoca cabreo, resulta que se persiguen las fiestas de jóvenes, se cierra la hostelería, nos recuerdan nuestra responsabilidad social y otros se lo pasan todo por lo alto.

    No era una botellona, era una fiesta legal, en la que si hubiera contagios por desgracia, se debería pedir responsabilidad al promotor del evento, pero también a todos los asistentes, Y, por supuesto exigir al resto de invitados que se les consideraría susceptibles de estar contagiados, a cumplir los diez días de cuarentena, aislados en su casa o en una habitación y con precaución con las personas con las que conviven. La pena es que algunos se sientan diferentes a los demás, que piensen que son inmunes y que pueden saltarse las normas que se supone, son para todos…

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