Pensar es peligroso, no pensar lo es incluso más.

Uno de los mayores problemas de nuestra sociedad que nos tiene amarrados, no es el materialismo ni el hedonismo, es la acción de pensar. Tanto pensar cómo no pensar, porque si pensar es peligroso, no pensar lo es aún más. A las clases dominantes, a los poderes políticos, económicos y religiosos, a todo lo que se puede considerar poderes fácticos no le interesa que piense el ciudadano de a pie. Consideran peligroso que el pueblo piense. Por eso buscan formas para distraer, para engañar, para engancharlos a un consumismo feroz. Lo importante es que no cuestionen lo que se hace y lo que no se hace. Pensar es: reflexionar, reaccionar, criticar, disentir, implicarse, indignarse, protestar… Es en definitiva, no conformarse y querer cambiar las cosas. Es exigir y defender nuestros derechos.

Pero, el poder solo busca la aceptación, el conformismo e incluso el pasotismo de la ciudadanía. Se permiten vendernos una campaña de marketing permanente, en el que solo interesa nuestro voto cada cierto tiempo, nuestra resignación, nuestro inacción, nuestra indolencia ante todo menos al consumo como esencia del capitalismo. Se encargan de crearnos falsas percepciones, de insultar nuestra inteligencia y de vendernos falsas verdades. Buscan que seamos tontos o por lo menos que lo parezcamos. No es suficiente con las campañas publicitarias, los reality de las televisiones, las ensoñaciones de los youtubers y los influencers, el vendernos el sueño de hacernos ricos con las lotería, la irrealidad de algunas telenovelas y series, las crisis reales y las que nos cuentan. Para que no pensemos, en lo importante. Porque, mientras no pensemos, algunos seguirán permaneciendo en el poder y otros seguirán haciéndose millonarios a nuestra costa.

«No niego que pensar sea peligroso, pero diría que no pensar lo es incluso más”  decía Hannah Arendt (1906-1975) , filósofa y observadora de la realidad, luchadora contra el totalitarismo y crítica ante las causas que llevaron a la instauración del nazismo. No se enseña a razonar en las escuelas, ni a reflexionar en las universidades. Se considera que pensar es un peligro, es poner en duda una realidad injusta y por eso no interesa que pensemos. Nos intentan confundir, dividir, enfrentar, silenciarnos y convertirnos en grupos aborregados, gracias a determinados medios de comunicación, a las redes sociales y a ciertos discursos políticos. En estos momentos de incertidumbre, cuando los populismos de izquierda y derecha se disputan nuestro voto, cada vez es más importante pensar. Porque si es peligroso pensar, no pensar puede reportarnos unas consecuencias irreparables, porque cambiar la realidad es posible

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