Pensar es peligroso, no pensar lo es incluso más.

Uno de los mayores problemas de nuestra sociedad que nos tiene amarrados, no es el materialismo ni el hedonismo, es la acción de pensar. Tanto pensar cómo no pensar, porque si pensar es peligroso, no pensar lo es aún más. A las clases dominantes, a los poderes políticos, económicos y religiosos, a todo lo que se puede considerar poderes fácticos no le interesa que piense el ciudadano de a pie. Consideran peligroso que el pueblo piense. Por eso buscan formas para distraer, para engañar, para engancharlos a un consumismo feroz. Lo importante es que no cuestionen lo que se hace y lo que no se hace. Pensar es: reflexionar, reaccionar, criticar, disentir, implicarse, indignarse, protestar... Es en definitiva, no conformarse y querer cambiar las cosas. Es exigir y defender nuestros derechos. Pero, el poder solo busca la aceptación, el conformismo e incluso el pasotismo de la ciudadanía. Se permiten vendernos una campaña…

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