Las migraciones han dejado de ser noticia, el número de muertes aumenta, son personas que intentan huir de sus países debido a la violencia que sufren allí, la pobreza o el cambio climático. Que cruzan en botes precarios el Mediterráneo, habiendo pagado grandes sumas de dinero a traficantes. Europa vive desde hace años en una profunda incompatibilidad entre el discurso de la solidaridad y los derechos humanos. Da igual que hablemos de la frontera sur de España, de los migrantes que llegan a las costas de Grecia y de Italia o los que naufragan en aguas internacionales cerca de la costa libia. El Consejo Europeo fundó la Agencia de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) en 2004, con el propósito de proteger las fronteras europeas, desplegando sus principales operaciones de control, búsqueda y salvamento: en Grecia, España e Italia, devolviendo a los migrantes inmediatamente después de su llegada, incluso a países donde sus derechos humanos están en peligro.
Aparte de controlar las migraciones, rescatarlos en caso de naufragio y devolverlos a sus países de origen a aquellos sin permiso para moverse por el espacio Schengen, se ha creado en nombre de la política de “contención”, los campos de refugiados. Campos de contención de refugiados en las islas de Lesbos, Leros, Quíos y sobre todo en los centros de protección temporal en Turquía, donde la supuesta hospitalidad turca, está pagada por Europa, recibiendo apoyo financiero y concesiones políticas. Europa crea un muro para frenar el flujo de refugiados hacia Europa, con la idea de que las personas que huyen de la guerra y la pobreza dejen de ver Europa como un lugar seguro donde poder rehacer su vida.
Cada país de Europa en las migraciones mira por sí mismo y nadie se preocupa por los refugiados, donde las autoridades griegas, al igual que las italianas con los barcos de rescate humanitario en el Mediterráneo Central poniendo cada día más pegas a los cooperantes. Las dificultades a las grandes organizaciones humanitarias a continuar prestando sus servicios. Todo con el resultado de atentar contra la dignidad humana de los refugiados y todo abonando las teorías conspirativas de la extrema derecha, asegurando que Europa es objeto de la invasión de musulmanes. Da igual el nombre que le demos si refugiado, desplazado o migrante. Todos son personas que comparten el desplazamiento humano por conservar su integridad, que deciden salir de su país para buscar una vida mejor y encontrar asilo en otro país.
La UE prioriza el control migratorio sobre los derechos de las personas migrantes: naufragios, islas abarrotadas y cientos de niños que llegan solos son la muestra más evidente de que esta crisis olvidada continúa. Migrantes y refugiados toman caminos cada vez más peligrosos, la calidad de las embarcaciones empeora y el número de personas a bordo resulta excesivo. Llegar a Europa, por mar o por tierra, se ha convertido en la única escapatoria de millones de personas, aunque eso le importa muy poco a los mandatarios europeos el derecho de asilo y a una inmensa mayoría de la ciudadanía solo les importa mantener a los inmigrantes alejados de nosotros.