Condenar la violencia en las calles.

violencia callejeraSiempre hay que condenar la violencia de cualquier tipo, no se puede aceptar la violencia como una forma legítima de protestar, aunque las reivindicaciones sean justas. No podemos aceptar con normalidad situaciones de violencia en la sociedad, la violencia no sirve como argumento para defender ninguna posición. Estamos viviendo estos últimos días, manifestaciones con una inusitada violencia callejera, en diversas ciudades, a favor de la libertad del rapero Pablo Hasél.  La violencia nunca tiene justificación.

La violencia en las calles ha existido siempre y nunca ha tenido disculpa, Los tiempos cambian, las situaciones, las circunstancias, las personas, pero algo que no ha cambiado, es que siempre en una manifestación cualquier chispa puede acabar en violencia. Y, que normalmente la violencia siempre es, normalmente, contra la policía, que son los que actúan para salvaguardar el orden público. Lo único que ha cambiado, es que ahora las manifestaciones las vivimos en directo a través de las televisiones, que los manifestantes se convierten en reporteros con sus teléfonos, que internet se llena de imágenes y comentarios. Y, hace unos años, las manifestaciones se vivían diferente, solamente: los presentes, por los sonidos y por los destrozos.  Pero, realmente ha cambiado muy poco.

En 1962, huelgas en la minería asturiana. En 1963, la condena a muerte y ejecución de Julián Grimau, dirigente del PCE, y los anarquistas Francisco Granados y Joaquín Delgado.  El 1 de mayo de 1968, solidaridad con los trabajadores de Standard y Pegaso en Madrid y SEAT en Barcelona. En 1969, el Estado de Excepción en todo el territorio nacional, la muerte del universitario Enrique Ruano en Madrid y un asalto al rectorado de la Universidad de Barcelona en que se arrojó por la ventana la efigie de dictador Franco y la bandera nacional. En 1970, las manifestaciones en protesta contra el próximo inicio del “juicio de Burgos”. En 1974, la ejecución por garrote vil de Salvador Puig Antich, militante anarquista y antifascista. En 1975, dos meses antes de morir el dictador, se mandó ejecutar a 5 luchadores antifranquistas. En marzo de 1978, manifestaciones en favor de la libertad de Els Joglars y Albert Boadella por la representación de La Torna, que provocó un movimiento de repulsa en favor de la libertad de expresión. Cualquier momento de estos de nuestra historia reciente y muchos más que desataron mucha violencia en las calles, tanto policial como de los manifestantes. No había televisión, ni radio, ni prensa libre, pero muchos testigos lo pueden confirmar.

Últimamente hemos vivido en 2003, las manifestaciones en contra de la guerra de Irak y el «no a la guerra», En 2009, todos los movimientos sociales de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). En 2011, el movimiento de los indignados del 15-M. En 2012, la protesta del 25-S «Rodea el Congreso» y las manifestaciones de las «mareas» que se opusieron a las medidas de austeridad y los recortes impuestos por el gobierno. En 2019, en Catalunya las reacciones a la sentencia del «procés». En 2020, altercados y disturbios contra la aplicación de cierres perimetrales, toques de queda y confinamientos por el Covid-19. Y, ahora las manifestaciones a favor de la libertad del rapero Pablo Hasél. Todas estas personas que ejercieron su derecho de manifestación, tenían argumentos legítimos para expresarse y reivindicar sus intenciones. Pero, no para la violencia,

La violencia nunca tiene justificación. Y, son los políticos, los que nunca deben defenderla, tienen la obligación ética y moral de condenarla. Los tuits, los mensajes de evitar la condena de la violencia en las calles, solo hace incendiar más la situación y alentar un vandalismo que no tiene explicación. Pero, la violencia muchas veces se puede parar con antelación, tomando decisiones y cambiando las leyes. Porque, hay demasiadas personas que necesitan muy poco para ser violentos, no les hace falta ni ideologías, ni argumentos, ni razones. Y, todo esto es muy peligroso y muy fácilmente manipulable para muchos jóvenes desde los extremismos.

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