La felicidad basada en el placer.

Las vacaciones son un derecho irrenunciable de todo/a trabajador/a, tal y como establece la ley, son un período de descanso, de desconexión laboral y de disfrute, en la que buscamos la felicidad basada en el placer. Las estamos esperando todo el año, las que coinciden con festividades religiosas, como las de Navidad, Semana Santa y especialmente las de verano, aparte de buscar  sucedáneos de vacaciones en los fines de semana y los puentes. Las vacaciones se han convertido en un espacio de tiempo en busca del hedonismo y también del consumismo

Buscamos esa felicidad a la hora de realizar actividades que nos gustan, estimulando nuestros sentidos y emociones, consiguiendo el placer a través de la consecución de nuestros deseos y necesidades. Una felicidad a corto plazo, de alta intensidad, que ya no solo se basa en el hecho propio del descanso, sino en hacer cosas diferentes a las que podemos hacer durante el resto del año. Buscamos el placer de manera indirecta a través del consumo, y de la irreflexión de querer buscar más felicidad, cuanto más dinero se gaste: el destino más lejano, el hotel más caro, los lujos menos adecuados a nuestra economía. 

Las vacaciones se convierten en un engaño a la realidad habitual, una forma de falsedad que nos damos para olvidar que tenemos que volver a ese trabajo mileurista, a nuestra realidad familiar y social. Nos hemos olvidado de las vacaciones en aquel pueblo del que eran oriundos nuestros padres o abuelos, lo que menos importa es el hecho de descansar o de estar en familia. Ahora, solo importa el número de historias o de fotografías que se cuelguen en las redes sociales.

Después de las vacaciones, llega la cruda realidad con el comienzo del mes de septiembre: los primeros pagos de las tarjetas de crédito o de la financiación, el darse cuenta de que hemos gastado más de lo que podíamos. En suma, ser más cautivos del sistema y más endeudados con las entidades financieras, todo por satisfacer un hedonismo propiciado por el consumismo. 

Porque tenemos muy pocas opciones: aceptar, que no podemos hacer vacaciones por nuestra imposibilidad de poder ahorrar, nuestra precariedad laboral y los precios desfasados entre lo que cobramos y lo que cuestan unas vacaciones. O, engañarnos y hacer vacaciones a cómodos plazos, por una felicidad y un placer momentáneo…

Esta entrada tiene un comentario

  1. Andrés Marco Lou

    Las vacaciones no pueden ser un privilegio para ricos, pero lo parece. Pero, es difícil aceptar como lógico que una semana de vacaciones para una familia compuesta por la pareja y dos hijos, les cueste lo que no ganan en un mes de trabajo.

    Las vacaciones se han convertido, de ser un derecho y quedarnos en nuestra casa a ser una trampa para endeudarnos, si queremos viajar y buscar nuevas emociones. No quedan más opciones y el capitalismo lo sabe.

    Sin capacidad de ahorro, con sueldos miserables y siendo sujetos de numerosos estímulos por parte de la publicidad, solo queda caer en la trampa del consumismo si quieres hacer vacaciones. Nos venden felicidad a costa de dinero, para ser supuestamente más felices y nosotros más pobres y endeudados. Así funciona el sistema económico que nos rodea y que nosotros favorecemos…

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