La estadística se encarga de la recopilación, organización y tratamiento de los datos, pero también de analizarlos e interpretarlos, es en la interpretación donde comienzan los prejuicios, donde los datos son tratados desde un punto de vista subjetivo y por lo tanto influido por los deseos y los intereses personales. Eso no quiere decir, que se manipulen los datos intencionadamente, simplemente que si realizara una interpretación de datos por dos personas diferentes, cada uno de ellos, probablemente, lo haría de una forma distinta.
Cuando escuchamos datos de participación en una manifestación, el porcentaje de votos a un determinado partido político en una convocatoria electoral, la estadística del desempleo o cualquier cifra que nos ofrecen, siempre tiene un punto de relativismo y de subjetividad. El mismo dato puede ser analizado de manera diferente e incluso contraria. La metodología de obtener datos, es obtener datos concretos, fiables y útiles, para luego interpretar dichos datos, sabiendo de ante mano que los analistas son en si, imperfectos y partidistas.
Las cifras de esta crisis sanitaria del coronavirus, se están viviendo cada mañana, desde la expectación, la angustia y la esperanza, según como se mire, el número de casos confirmados, los fallecidos o los recuperados del Covid-19. La complejidad de relatar una tragedia en datos numéricos, el tratamiento de cifras es complicado, por no decir imposible que nos permitan llegar a conclusiones validas. Pero, ahora hay dudas de que estos datos sean reales o estén manipulados. Ahora, comienza otro ataque a la gestión del gobierno: los datos. Nadie está realmente seguro de las cifras del coronavirus en ningún país, se habla de que China dio cifras falsas sobre contagios y muertes por coronavirus o por lo menos incompletos.
A lo mejor en España tampoco son del todo reales, pero ¿realmente importa? Es imposible dar cifras reales, partiendo que en las cifras oficiales no se recogen a los muertos no diagnosticados como positivos: a los que no pasaron por un hospital y murieron en sus domicilios o los fallecidos en residencias de ancianos. No conocemos el número real de contagiados, primero porque no se han realizado test rápidos a toda la población; porque hay pacientes asintomáticos, infectados que no desarrollan la enfermedad, pero pueden transmitirla; que los casos confirmados son solo a los que se les ha realizado los ensayos de PCR. Por lo tanto, tampoco sabemos el número real de infectados.
El tratamiento de los datos y los resultados cambian según la base de cálculo, los porcentajes no son los mismos si partimos de un numero de infectados mayor y por supuesto el porcentaje de fallecidos no es el mismo. Difícilmente podremos saber de verdad si estamos llegando o no al pico. En un mundo basado en la información, quizás todos los datos que tenemos son aproximados o erróneos, pero es lo que tenemos. Todo lo demás es especular, elucubrar imaginativamente sin fundamento, porque decir que son mentiras, no salva vidas ni cura a los enfermos. Lo primero es pensar en las personas, confiar en la ciencia, seguir manteniendo unas normas de higiene, distancia social y confinamiento, para contener este virus, del que no hay vacuna y que aún puede tardar demasiado.