Un privilegio es una característica propia que no tienen el resto de gente como nosotros, es una ventaja exclusiva que se creen que tienen determinadas personas. Un privilegio, es todo lo que deberíamos poder hacer todas las personas, y sólo lo pueden hacer unas cuantas. Los privilegios amparan las desigualdades y la injusticia en nuestra sociedad. En España se estableció un plan de vacunación contra el Covid-19. en que de se vacunarían la totalidad de ancianos, sanitarios y otros grupos esenciales en el combate a la pandemia, no supone ninguna excepción: ni políticos, ni militares, ni religiosos, ni nadie que no cumpla los requisitos marcados por el Ministerio de Sanidad y las diferentes Consejerías de Salud de las CC. AA. Mal vamos, si convertimos un privilegio en un derecho para determinadas personas, para tener acceso a la vacuna de forma prioritaria.
Cada día se conocen más personas que se han aprovechado de su posición para saltarse los protocolos de vacunación establecidos por Sanidad, alguno de ellos ya ha dimitido o han sido cesados, otros siguen justificando su inmunización por estar en primera línea de la pandemia. Esto de saltarse la cola es de jetas, siempre los ha habido en todas las circunstancias, pero es más triste en este caso, cuando personas sanas se cuelan por delante de personas ancianas o frente a colectivos que necesitan la vacuna por su exposición a la enfermedad. Cada vacuna desviada a una persona que no le corresponde, supone aumentar el riesgo a una persona que la necesita.
La tentación casi irresistible de colarse en este país es casi normal, e incluso los que se cuelan en cualquier cola, se creen más listos que los demás, consiguen como un triunfo sobre los demás y no les preocupa en absoluto los que se quedan esperando, aunque sean personas más vulnerables que ellos. No se puede aceptar que haya personas que no esperen a su turno para la vacuna. Por eso es tan importante el control, la transparencia y una gestión en la vacunación para que ninguna persona se adelante a nadie, para que nadie que tiene que ponérsela se quede sin vacuna. No hay nadie que se merezcan más las vacunas que nuestros mayores, nuestros sanitarios y todo el personal esencial.
No entremos en la demagogia, de querer vacunar a nuestros dirigentes, a nuestros políticos, a los militares, a los religiosos, a los ejecutivos porque su labor es más importante que la de otros. No podemos separar entre personas importantes por su responsabilidad y personas igualmente importantes, aunque su responsabilidad algunos piensen que es menor. Para mi es tan importante una persona anciana, un sanitario, un celador, un repartidor, un reponedor, una cajera de supermercado…, Que el Jefe de Estado Mayor de la Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya, que ha presentado su dimisión ante la ministra de Defensa, Margarita Robles, tras conocerse que se había adelantado su vacunación, o que un Consejero de Sanidad, un alcalde o un obispo que van de listos por la vida.