Yo también soy berlinés.

«Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombre libre, yo con orgullo digo estas palabras: yo también soy berlinés». Estas palabras las mencionó el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy en Berlín, el 26 de junio de 1963, ante 400.000 berlineses, defendiendo la libertad frente al totalitarismo, en aquel caso fue el   soviético ahora es el terrorismo yihadista.

Dichas palabras, las podemos hacer nuestras, después de que un camión irrumpió en un mercado navideño berlinés ayer lunes 19 y dejó al menos 12 muertos y 48 heridos, en lo que parece ser un ataque terrorista. Parecido al atentado que sufrió la ciudad francesa de Niza en julio, en el que murieron 85 personas y más de 200 heridos. De nuevo se abre el debate sobre la seguridad y la política sobre refugiados, se abren de nuevo todos los prejuicios. Comienza la alerta en todos los países a un nuevo atentado, en cualquier concentración navideña.

No podemos vivir con miedo, ni dejar de renunciar a cosas como ir a un mercadillo de Navidad, a una fiesta de fin de año o simplemente dar un paseo por cualquier calle. Los terroristas no pueden cambiar nuestras costumbres, ni los estados pueden limitar nuestra libertad para estar nosotros más seguros. Porque el objetivo de reforzar la seguridad no debe ser limitar nuestras libertades, sino restringir la libertad de actuación de los terroristas que amenazan nuestras vidas.

Desde el 11-S en Nueva York, diez años más tarde en el 11-M en Madrid, llevamos  aceptando recortes en libertades, tenemos la sensación de que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento, que somos vulnerables. A cambio de que no nos maten a nosotros y a los nuestros estamos vigilados por cámaras, saben donde estamos y las páginas que visito. Nosotros no somos terroristas y no tenemos nada que ocultar, pero los terroristas han conseguido lo que buscaban hacernos sentir vulnerables.

En un estado democrático, los ciudadanos son los que debemos controlar a los poderes públicos, no al revés. La idea de un Estado policíaco es inaceptable, por muchos problemas de seguridad que se pretendan impedir, todo eso es mejor que caer en la tentación de restringir la libertad de movimientos del conjunto de los ciudadanos o sus derechos de asociación, reunión, manifestación, la libertad de expresión y de información.Y, tampoco podemos admitir que los ataques terroristas, provoquen rechazo, discriminación y racismo a los musulmanes.

La lucha contra el terrorismo tiene que venir por una mejor eficacia y coordinación de la labor investigadora de las policías y de los servicios de inteligencia. Combatiendo contra quienes financian a los terroristas, porque sin dinero y sin armas no podrían atentar. Porque el arma mejor contra el terrorismo es la libertad, por eso hoy me siento berlinés.

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