En las últimas décadas se ha producido un aumento del riesgo de pobreza y exclusión social. Ser pobre implica no tener los ingresos o bienes considerados como aceptables para poder vivir. El concepto de pobreza tiene que ver con la calidad de vida de las personas, con la falta de acceso a la vivienda, a la educación, a la salud, a la nutrición. Medir la pobreza ha dejado de ser solo cifras, para analizar las personas y los motivos por lo que son pobres. El simple hecho de contar con menores recursos, les convierte en perceptores de mayores riesgos, en definitiva víctimas de sucesos que escapan de su control, como enfermedades, violencia, desastres naturales, …, que agravan su situación económica. Cada vez más personas caen en la exclusión social asociado al desempleo, a la migración ilegal, a barreras étnicas, machistas, nivel de educación, vejez y a la falta de integración de los jóvenes, pero también muchos. que aún teniendo empleo, son también pobres.
La sociedad ha creado una diferencia abismal entre ricos y pobres, donde unas personas están excluidas de algo en relación con otras que no lo están. Esa misma sociedad los margina, con su riesgo de pobreza, convirtiéndolos en un problema, donde no se quiere aportar soluciones. El sentimiento de marginación que provoca la exclusión social, les atrapa en la pobreza sin posibilidad alguna de movilidad social. Y, lo que es aún más grave, les anula su capacidad de desarrollar su potencial y participar en los beneficios y oportunidades que ofrecen los Estados y las instituciones, perdiendo su capacidad de ser iguales al resto de la sociedad.
Los pobres de las sociedades industrializadas, es por los ingresos y niveles de vida insuficientes, lo que implica un impacto psicológico en la autoestima de las personas. No es cuestión, en este caso, de morirse de hambre, sino de no poder pagar el alquiler o la hipoteca, de no poder hacer frente a los pagos adquiridos, de perder su calidad de vida. Por culpa de medidas económicas y de política social de los gobiernos, pero también de esta economía dentro del liberalismo. Donde se ha dejado el tema del riesgo de pobreza y exclusión social a las ONG de ámbito caritativo y solidario. Se busca que la solidaridad ciudadana pueda paliar las grandes bolsas de miseria humana. Sin embargo, los ricos, los millonarios siguen ganando más dinero y siendo más insolidarios.
Nos han comido el coco, de tal manera que nos hemos acostumbrado a aceptar las demostraciones de egolatría y frivolidad, los despilfarros ofensivos de los ricos en los medios de comunicación y redes sociales, que lejos de verse con una actitud crítica, se han convertido en actos de emulación para jóvenes y menos jóvenes. Donde se ha pasado por cosificar valores que antes eran solo de la orientación del ser, y ahora pertenecen a la orientación del tener. El consumismo y el hedonismo nos hace olvidar a los pobres que tenemos a nuestro lado, el materialismo consumista, el pragmatismo férreo que todo lo puede. En España: «Hay más de 13 millones de personas en situación vulnerable, 380.000 personas más que antes de la pandemia» ¿A quién le importa, quién hace algo para revertirlo?