El antisemitismo no sirve de excusa.

La palabra antisemitismo significa prejuicio u odio contra los judíos, pero tildar de antisemitas a quienes alzamos la voz ante el sufrimiento palestino, no es antisemitismo. Denunciar el conflicto palestino-israelí, como los bombardeos de represalia israelíes de la madrugada del miércoles contra objetivos del grupo palestino o el asalto llevado a cabo por las fuerzas de seguridad israelíes en Jerusalén, en la mezquita Al Aqsa, cuando decenas de fieles se encontraban celebrando el mes de Ramadán, no es antisemitismo. El racismo antijudío es muy antiguo y tiene orígenes religiosos. Los cristianos no admitían que los judíos rechazaran no creer que Jesús era el «hijo de Dios», el Mesías. Durante siglos se acusó a los judíos, de todo y de lo contrario al mismo tiempo, «el odio más antiguo», ha ido mutando a lo largo de los años. Hitler retomó el antiguo antisemitismo al nivel de genocidio, con millones de muertos por un plan sistemático y devastador. Pero, ahora quien masacra a palestinos y no denuncia esas masacres es Israel. Hay que diferenciar el odio hacia los judíos, al genocidio en Palestina con métodos similares y evolucionados de los que utilizaron  los nazis contra los judíos en el Holocausto.

La tiranía del Estado de Israel que está ocupando una tierra que no es suya, se asemeja a la barbarie nazi. El 29 de noviembre de 1947 se aceptó la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas que establecía la creación de dos estados en Palestina, uno judío y otro árabe, con Jerusalén bajo mandato internacional. En 1967, la resolución 242 adoptada por unanimidad por el Consejo de Seguridad pidió la retirada del ejército israelí de los territorios ocupados durante la Guerra de los Seis días y “el respeto y reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial y la independencia política de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas y seguras”. Después de 76 años, la represión ejercida por Israel sobre Palestina no cesa y continúa vulnerando las resoluciones de las Naciones Unidas con total impunidad.

El aparente antisemitismo propugnado por los lobbies israelíes con apoyo estadounidense, no sirve de excusa a la situación que sufren los palestinos por la falta de suministros, bloqueos, asesinatos y la falta de respeto a los derechos humanos. Los judíos tienen derecho a un estado en su tierra ancestral, pero los judíos no tienen el derecho a quitarle la tierra a otros y a sentirse superiores. Israel no acepta la opción de los dos Estados, con una nación palestina y una nación judía conviviendo en paz en la misma tierra, como lo planteó las Naciones Unidas en 1947. Y, mientras la irracionalidad continúa presente, y el odio por el odio.

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