España es una nación aconfesional, que mantiene el anacronismo de unas fiestas señaladas con una larga y profunda tradición católica. La Constitución Española regula el derecho de libertad religiosa en España, pero casi todas nuestras fiestas nacionales, autonómicas, locales y patronales son en honor a nuestras Vírgenes o Jesucristo: Semana Santa, Romerías, Corpus Christi, Año Jubilar o Navidad. Mezclamos la religión, el folklore y las fiestas laborales. Celebraciones que se transmiten de generación en generación, que constituyen parte de nuestro patrimonio cultural. Fiestas religiosas que se han mantenido en la democracia, en un supuesto marco de derechos y libertades, pero olvidando la diversidad de creencias y la libertad religiosa. Lo importante para la mayoría de la gente, es que sea festivo, una buena excusa para un puente o para hacer muestra de unos sentimientos y actos religiosos. Fiestas donde se mezcla la religiosidad con las vacaciones, con comer, beber, bailar o estrenar prendas nuevas, donde se mezclan los actos festivos y lúdicos con las creencias y los actos religiosos.
Durante el franquismo, existió el nacionalcatolicismo, el dictador recibía honores militares y lo llevaban bajo palio. La Iglesia católica española que dió carta de legitimidad al golpe de Estado de Franco, donde España era «una grande y libre» y católica, impuso sus fiestas religiosas, mezcladas con fechas simbólicas del franquismo como: el 18 de julio, día del «glorioso alzamiento nacional» o el 12 de octubre «día de la raza». Con la llegada de la democracia, se quitaron dichas celebraciones, pero se mantuvieron las religiosas. Ningún gobierno, incluso los del PSOE, no se atrevieron a quitar determinadas fiestas religiosas. Porque en España, existe el anacronismo de ser de izquierdas y mantener unas firmes convicciones religiosas. Nadie se atrevió a perder votos por suprimir unas fiestas religiosas que se entienden como una tradición.
A pesar de los acuerdos de cooperación firmados entre el Estado y las confesiones religiosas minoritarias, casi nadie se plantearía reconocer en el calendario festivo fechas emblemáticas para las comunidades musulmana, judía o evangélica. Más de una voz discrepante aparecería, si se solicitara la interrupción del trabajo los viernes de cada semana para celebrar el rezo colectivo obligatorio y solemne para los musulmanes o del sábado para los judíos. Todos tenemos que celebrar con una fiesta laboral el nacimiento de Jesucristo, su muerte o la aparición de una Virgen, pero no el Al Hiyra o Año Nuevo, el Idu al-Fitr la fiesta que celebra el final del Ramadán o el Idu Al-Adha o fiesta del Sacrificio por parte de los musulmanes. O el Rosh Hashaná o Año Nuevo), el Yon Kippur o Día de Expiación, o la Pascua de los judíos. Reconozcamos el anacronismo de una »Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago», el pasado 25 de julio en la Catedral de Santiago de Compostela, por parte del rey, del presidente de la Xunta de Galicia y de algún representante del Gobierno de España.Unas fiestas católicas, en el calendario de los festivos que continuarán el 15 de agosto, con un suma y sigue en un país supuestamente aconfesional.