Muchas personas intentan basar su triunfo personal, lograr buenos resultados, en desmerecer al adversario. Su incompetencia la intentan suplir en desmerecer los logros y las cualidades de su adversario o adversaria, se les olvida que nunca hay enemigo pequeño. Esta realidad se puede aplicar en todos los aspectos de la vida y por supuesto también en la política. Un ejemplo notorio son las elecciones madrileñas del 4 de mayo, en que Isabel Diaz Ayuso está sufriendo un menosprecio por parte de sus adversarios políticos, pero la que fue la encargada de gestionar la cuenta @SoyPecas, el nombre del perro de Esperanza Aguirre, es la más firme candidata de obtener la presidencia de la Comunidad de Madrid. Quizás no por sus aciertos, sino por los desaciertos de los demás.
Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en la «enfant terrible» de la derecha, la que ha sido capaz de que caigan en la trampa tanto Pablo Iglesias como Pedro Sánchez, en que los dos compitan contra ella y que haya sido capaz de convertir la contienda autonómica en una disputa nacional. Convirtiendo la campaña en términos como «socialismo o libertad», antes de la aparición de Pablo Iglesias, y «comunismo o libertad» tras la candidatura del líder de Unidas Podemos. Se ha convertido en la rebelde y transgresora de la pandemia, siempre llevando la contraria a las normas sanitarias marcadas por el Gobierno de España. Autodenominada la defensora de la libertad, por ampliar el toque de queda, la movilidad y los horarios de hostelería.
Díaz Ayuso se ha centrado en sus supuestos logros y éxitos, ha sabido retratar los fracasos de los demás, mientras Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han entrado en el «cuerpo a cuerpo» no para proponer cosas, sino para atacar todo lo que según ellos se está haciendo mal y para recordar el peligro de un triunfo de la derecha con el apoyo de Vox. Entre todos la han convertido en un referente de todos los «indignados por la pandemia»: por sus restricciones de horario, de movilidad, de libertad. Desmerecer al adversario condena al fracaso, mientras la han desmerecido sus opositores, la han ido haciendo más grande para sus seguidores. Su sabotaje permanente la ha convertido en la heroína de la derecha, donde temas como la desigualdad; la privatización de la sanidad y la educación; la mala gestión de la pandemia en las residencias de mayores y la pandemia en general; la nula aportación de ayudas directas a los sectores afectados, pasen desapercibidos. Todo esto pasa a un segundo lugar bajo la coartada de la libertad y la estrategia equivocada de la izquierda. Que puede ser un presagio de lo que nos espera en la política nacional.