Comer menos carne: de evidencia a polémica.

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha recomendado en un vídeo comer menos carne porque «perjudica a la salud y al planeta«. Una propuesta que recogía el documento España 2050, un plan que el propio Pedro Sánchez presentó el pasado mes de mayo y que no armó ningún revuelo. Una evidencia que se ha convertido en polémica, donde parece que el ministro «comunista» haya dicho una tontería. Donde los ganaderos se han sentido atacados, la oposición ha pedido la dimisión del ministro Garzón y hasta el propio presidente se ha permitido la desfachatez de zanjar el tema con la frase: «Sobre esta polémica, lo diré en términos muy personales. A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible«.  Una frase de la que debería retractarse, porque no solo estamos hablando de comer más o menos carne. Ni siquiera es una cuestión de economía neoliberal, estamos hablando de una evidencia científica: el cambio climático y el calentamiento global, por culpa de la producción y consumo de productos de origen animal.

Es complicado precisar cuál es la contribución de la producción y el consumo de productos de origen animal al cambio climático, pero lo que está claro, es que es una evidencia. Que muchos por intereses económicos no quieren aceptar. Seguro que el sector energético, representa un porcentaje más elevado que el del sector ganadero. Y, que la reducción en el sector ganadero tendría, en principio, un impacto escaso. La producción animal es una pieza esencial en la lucha contra el cambio climático por sus emisiones directas e indirectas. El consumo de carne tiene que ver con con una elevada huella de carbono, por lo tanto no está tan equivocado el ministro Garzón.

Reducir el consumo de productos de origen animal no es la única solución, porque estamos hablando también de las condiciones de cría del ganado. Porque no es lo mismo los animales criados en condiciones intensivas, que los animales criados en condiciones más extensivas, con una menor densidad de ganado por unidad de superficie. Llenar nuestras neveras de carne implica tener granjas cada vez más grandes, con más animales y más contaminación. No es igual tener pastando un grupo de vacas por los prados, que tener una granja industrial intensiva. Comer menos carne y de más calidad significa también observar su origen. Y, plantearnos desde un punto de vista ecológico, la exterminación paulatina de la ganadería intensiva. Solo se puede lograr comiendo menos carne, si hay mucha demanda hay que criar más animales y solo la ganadería intensiva es capaz de generar la oferta necesaria.

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