El anticapitalismo es un medio de la negación del capitalismo, realizando propuestas alternativas para hacer otro modelo de sociedad. Vivimos en una sociedad donde nuestras necesidades surgen de los fines egoístas de las corporaciones empresariales y de la manipulación mediante la publicidad. Porque, nuestras necesidades no son «nuestras», sino que vienen impuestas por las campañas de márketing, nuestras necesidades no son «auténticas», queremos lo que «ellos» quieren que queramos. La Navidad es el momento de mayor manipulación para los consumidores, todos estamos manipulados para ser consumistas.
Anticapitalismo en contra del capitalismo, de un sistema que genera millones de personas pobres y marginadas en los países ricos y millones de personas muertas de hambre en los países del tercer mundo, un sistema ecológicamente insostenible que amenaza con la destrucción de nuestro planeta. Hablar de anticapitalismo no es hablar de comunismo, es romper con el despotismo de los mercados y del beneficio a toda costa, de la competencia encarnizada y del consumismo sin lógica. Es estar en contra de un sistema socioeconómico, que favorece las estructuras económicas, la exclusión social y un falso estado del bienestar.
No me planteo hablar solo de anticapitalismo en Navidad, es una cuestión de ese discurso olvidado de lucha de clases, de esas corporaciones empresariales que nos crean reclamos para comprar y consumir, que precarizan a sus empleados y deslocalizan su producción para aumentar aún más sus ganancias. Quizás es imposible luchar contra ese poder mundial del capitalismo neoliberal, porque no es posible humanizar el sistema, pero existe nuestra libertad personal de saber elegir y de no caer en la trampa de consumismo «per se». Es hablar de consumo responsable, de no pisotear los derechos humanos ni sociales que sustentan el precio en condiciones laborales nefastas de quienes las producen, ni del medio ambiente. La Navidad no puede ser sólo unas fechas de regalos inútiles y de comidas copiosas.
Anticapitalismo en Navidad es huir de la práctica de «comprar por comprar». Es plantearnos que el consumismo consolida un sistema capitalista que genera desigualdad, explotación laboral y degradación medioambiental. La cuestión no es no regalar, sino que revisemos nuestros valores a la hora de hacerlo. Quizás no es necesario cambiar de móvil todos los años, cuando el que tenemos aún funciona; ni regalar a los niños tantos juguetes para demostrar lo mucho que les queremos. Celebrar la Navidad no requiere ineludiblemente ir de compras, a pesar de que las economías familiares se resientan. Seamos reflexivos ante esa publicidad que reconduce nuestros mejores deseos y sentimientos solo hacia el consumo.