Hoy se cumple un año de guerra en Ucrania, un conflicto que comenzó cuando empezábamos a liberarnos de las restricciones de la pandemia del Covid-19. Un conflicto que puede alargarse años, que comenzó con el argumento de sus intereses de seguridad de Rusia, sobre las fronteras de la OTAN y dónde deben estar las bases militares o no. Tras dicho período se suma una larga lista de víctimas, de desplazados y de destrucción. Una guerra económica entre occidente y Rusia que está teniendo un impacto en la economía, sobre la que sobrevuela el fantasma de la recesión: aumento de los precios de la energía, subida de la inflación y de los tipos de interés. Este 24 de febrero se cumple un año de la invasión rusa de Ucrania, una guerra que parece inverosímil que se produzca en el siglo XXI, que se ha convertido en una guerra global, en una especie de Tercera Guerra Mundial. Por la resistencia del ejército ucraniano y por el apoyo de la Unión Europea, junto a Estados Unidos, que siguen dispuestos a adoptar medidas y recursos, si Rusia no detiene su ataque militar contra Ucrania.
En un año ha cambiado la geopolítica de Europa, ya no se está recibiendo gas y petróleo ruso, todos los países europeos están preocupados por su interdependencia económica y con una previsión de presupuestos militares totalmente diferentes, aparte de que los Parlamentos de Suecia y Finlandia hayan iniciado los debates para votar su ingreso en la OTAN. Los países europeos tuvieron que decidir entre la disyuntiva de ser responsables de la ocupación rusa de Ucrania o de dar a los ucranianos lo que nos piden: armamento, tanques, aviones de combate. Al principio de la guerra, muy pocos europeos creían que Ucrania pudiera y mucho menos que Ucrania pudiera ganar. Todo esto hizo cambiar un final rápido para este conflicto, con el esperado triunfo de Rusia.
La guerra de Ucrania significa básicamente una Tercera Guerra Mundial encubierta. Tanto por parte rusa como por parte de la OTAN, que están estableciendo un pulso, donde siempre está la amenaza velada de Putin aumenta el riesgo de una guerra nuclear. Mientras el uso de armas está muy claro que es un gran negocio para muchos países, industria pilar de la economía estadounidense y que genera de forma directa o indirecta muchos puestos de trabajo. Pero, también para España, que es el séptimo exportador mundial de armamento de todo el mundo, con empresas como Airbus Defence and Space, Santa Bárbara Sistemas, Indra, Navantia o Iveco Defence Vehicles es la guerra un buen negocio.
Por eso, aparte de la conmoción que significa una guerra, de las muertes, los heridos, los desplazados, la destrucción de ciudades, etc nadie tiene prisa de que la guerra acabe. Una guerra que difícilmente acabará ni con una victoria de una de las partes, ni con un tratado de paz. Una guerra que puede terminar con un cierto tipo de agotamiento o de negociaciones, como por ejemplo, la guerra entre Israel y Palestina, que se se remonta a la década de los 40 del siglo pasado. Parece como si a nadie, le interese acabar con las guerras, ni a la comunidad internacional, ni a los países implicados. Todo parece que no acerca el fin.