Teresa de Calcuta no fue tan santa.

Ayer domingo 4 de septiembre de 2016, el Papa Francisco ha proclamado santa a la madre Teresa de Calcuta. En 1929, la conocida como “santa y madre de los pobres” decidió ser misionera en India. En 1950, Teresa de Calcuta fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, con su primer centro de acogida para niños necesitados y para ayudar a los pobres. Teresa de Calcuta se dedicó a esta misión durante las décadas siguientes y su trayectoria fue reconocida en 1979 con el premio Nobel de la paz por su labor caritativa. Los santos y santas para la Iglesia Católica son personas que vivieron vidas virtuosas, que ofrecieron su vida por los demás o fueron martirizados por la fe, y que son dignos de imitación, aparte de para ser canonizada, Teresa de  Calcuta necesitaba acreditar dos milagros para demostrar su santidad. La Iglesia Católica es santa independientemente de la santidad de sus miembros, los medios de santificación de la Iglesia Católica son en sí mismo infalibles, y hacen de ella una realidad santa. Por eso Teresa de Calcuta ahora es santa Teresa de Calcuta, quizás porque la Iglesia es santa, necesita de santos para cumplir con su misión.

A Teresa de Calcuta no le preocupó eliminar el sufrimiento, combatir la pobreza, las enfermedades y tener unas buenas prácticas sanitarias, aunque durante su vida abrió 517 misiones de acogida para los pobres y enfermos en más de 100 países. Durante todos esos años, fundó la orden más exitosa en toda la historia de la Iglesia Católica y llegó a ser la monja católica más famosa de todos los tiempos. Una cita de Teresa de Calcuta decía: “No somos monjas, no somos doctoras, no somos maestras, no somos trabajadoras sociales. Somos religiosas, somos religiosas, somos religiosas”. Las más famosas y las que tienen más dinero. Una organización de caridad, que funciona prácticamente sin costos, con unas hermanas que habiendo tomado votos de pobreza y obediencia, trabajan sin paga, aparte de los voluntarios. Ayudas y donativos que nunca llegaron a los pobres y acabaron en el Banco del Vaticano.

Ahorrar era la filosofía de Teresa de Calcuta. No se permitían los ordenadores, ni máquinas de escribir, ni fotocopiadoras aunque fueran donadas. Se permitía la reutilización de agujas hipodérmicas, después de pasar un un simple lavado de agua, las sábanas se lavaban llenas de heces junto a los platos para alimentar a los enfermos. Los pacientes con tuberculosis no eran aislados, a los pacientes con dolores  insoportables  le eran negados loa analgésicos alegando que “El más bello regalo para una persona es que pueda participar del sufrimiento de Cristo”.  Tenía menos interés en ayudar a los pobres y enfermos que en dedicar sus esfuerzos a la expansión de sus creencias fundamentalistas de la Iglesia católica y sus ideas contra el aborto al aborto, la anticoncepción y el divorcio. Aparte de su dudosa manera de cuidar a los enfermos y paliar la pobreza con argumentos como sufrir como en la pasión de Cristo o aceptar los pobres su suerte. Una particular visión de la concepción cristiana sobre el sufrimiento y la muerte. Teresa de Calcuta no fue tan santa, ni en su vida, ni después de muerta.

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