La fuerza de protestar también en la calle, no es la fuerza de la razón, pero si es la reflexión y la fuerza colectiva de muchas personas unidas para alcanzar algo mejor. No estoy hablando de violencia, ni de vandalismo, ni de insultos, ni de que protestar en la calle tenga que suplir el papel de la política. Reivindico la calle, las asociaciones, los actores civiles para reivindicar la protesta cívica. La protesta en la calle puede tener sensatez, tolerancia, respeto para demostrar que hay un descontento, que se pueden esgrimir argumentos y soluciones sin violencia antisistema.
Para conseguir los derechos que hoy consideramos incuestionables, hizo falta protestar, luchar e incluso morir para alcanzarlos. Hoy martes, 1 de mayo, se celebra el Día del Trabajo, día de reivindicaciones, de manifestaciones. Día de utilizar la calle como uso inteligente y no bruto de la fuerza, para reivindicar lo que fuere necesario. Que la calle sea además del voto, una forma de hablar y actuar por parte de los ciudadanos. Que en la calle se cuestione lo que no funciona, lo que puede mejorar, introducir nuevos puntos de vista y que sirva para manifestar las necesidades y deseos de una mayoría olvidada al que no puede negarse el uso de sus derechos reconocidos.
En una sociedad en que la Ley de Seguridad Ciudadana, promulga normas muy restrictivas que anulan el derecho de reunión, especialmente en su vertiente de reunión pública y manifestación, debemos utilizar la calle para protestar. No como sinónimo de «kale borroka», de violencia callejera sino como derecho de los no violentos a sus reivindicaciones, de nuestra capacidad de disentir y poderlo expresar. De que la calle sirva para expresar posiciones minoritarias pero también posiciones respetables como reivindicar este Primero de Mayo: igualdad, derechos para las mujeres, más y mejores empleos, mayores salarios y pensiones dignas.
Las urnas y la calle deben servir para cambiar, para mejorar la sociedad; para alzar la voz esas mayorías y minorías calladas. En una sociedad en que el poder de los estados, la oligarquía económica, los medios de comunicación manipulan la opinión pública, y nos quieren convertir en meros cortesanos que votamos cada cuatro años, hemos de protestar con nuestro voto y también en la calle.