Paciencia no es una espera pasiva.

Paciencia no es solo una espera pasiva, debería ser una aceptación activa para obtener unos objetivos. Paciencia después de casi ocho meses de pandemia, quizás es una cosa complicada, pero totalmente necesaria. La paciencia es una forma de acción, porque además la paciencia es la madre de la ciencia. Controlar nuestros impulsos, puede ser algo muy difícil de hacer en la práctica, pero el nerviosismo, la desesperanza y la falta de esperar no es lo más recomendado en casi todas las situaciones. Paciencia no es señal de impotencia, de resignación o de claudicación, tiene que ser el tiempo que se dedica a pensar, a trabajar, a lograr las metas que nos planteemos. No es que no tengamos conformidad, cuando los resultados tardan más de lo esperado o lo deseable, la paciencia la perdemos todos. Y, mucho más, cuando estamos hablando de contagios, de muertes y de dolor.

Es verdad que, no son buenos tiempos para la paciencia, cuando hemos llegado a la desesperación. En pleno siglo XXI, los seres humanos han sido vencidos por un agente infeccioso microscópico, todos sus avances científicos y tecnológicos no han servido de nada. Ni siquiera en el mundo más desarrollado. Por una vez, el mundo menos desarrollado se ha equiparado a los que se creían protegidos. La culpa no es de un virus, es de no tener todos los medios necesarios, de la previsión para poder luchar contra algo imprevisto. Pero, más aún, de no ser capaces de aprender de los errores propios y de seguir cometiendo los mismos, en una segunda ola del Covid-19. Es el momento, de tener todos los recursos para poder mantener una paciencia política, ante la impaciencia económica y saber esperar a la paciencia que necesita la ciencia, para alcanzar sus logros.

Si la paciencia es la actitud que lleva a los seres humanos a poder soportar los percances y dificultades para conseguir algún bien, también es la habilidad para esperar que las cosas ocurran, en este caso es esperar a que la ciencia obtenga una vacuna, paciencia para alcanzar una nueva normalidad, porque nada nunca será igual o por lo menos, en mucho tiempo. Nos hemos tenido que acostumbrar a llevar mascarilla, a mantener una distancia social, a ser más escrupulosos con las medidas de higiene, a cambiar nuestras costumbres, nuestras relaciones e incluso nuestra vida. Paciencia a esperar una vacuna, que no será la única solución para combatir este virus e incluso para aceptar otro confinamiento para reducir las cifras imparables de contagios y de muertes.

La idea de esperar, me crea ansiedad, porque el «querer» no significa que se obtenga, y el tiempo puede ser más del que teníamos previsto y del que nos gustaría. Va a ser duro y frustrante, necesitamos estar preparados, nos tenemos que acostumbrar a que los errores y fracasos de los políticos, junto a la propagación del virus, nos condenan a un futuro incierto. Nos intentarán engañar o modelar la verdad, según los intereses de quienes nos gobiernan, pero lo que está claro es que solo nos queda nuestra responsabilidad frente a la irresponsabilidad de algunos y seguir esperando. Pero, la adversidad tiene un tiempo, llegará un momento de que muchos no podrán esperar económicamente y entonces comenzará otro problema tan grave como la salud, será la supervivencia de muchos y del propio sistema.

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