Las comisiones inmorales de un intermediario.

Las comisiones son la ganancia de un porcentaje del total de la venta de productos o servicios, que cobran los intermediarios o comisionistas. Que posibilitan el flujo de bienes y servicios desde el fabricante a las instituciones, empresas de distribución o directamente a los consumidores. El trabajo de los intermediarios o comisionistas, no reviste condiciones generales de un trabajo en especial, es simplemente una persona o empresa que media en un negocio o compra a cambio de una comisión. Normalmente el intermediario o comisionista recibe encargos para la realización de actos de comercio, no asumiendo personalmente la responsabilidad del negocio, ni contrae obligación respecto al comitente, es decir, al que le ha encargado comprar o vender. El principal objetivo de un intermediario es ganar todo el dinero posible con el menor riesgo personal. Cualquier persona puede actuar como intermediador entre vendedor y comprador y por supuesto ganar un dinero por dicha labor. La labor del intermediario es un acuerdo de voluntades, pues el dueño del bien, confía una labor al intermediario para que haga las gestiones necesarias.

Por lo tanto, el vendedor al momento de solemnizar la venta será siempre el dueño del bien, el intermediario es simplemente quien pone en contacto al vendedor y al comprador. Las comisiones que percibe el intermediario, las puede cobrar del vendedor por la gestión de venta de su bien o por parte del comprador por haberle hecho el favor de la transacción comercial o de ambos a la vez. El juzgado 47 de Madrid ha decidido abrir una investigación sobre la venta de material sanitario a dos intermediarios que cobraron más de 6 millones en comisiones, por la venta de material sanitario llegado desde China al Ayuntamiento de Madrid, que fueron aprobados los días 23 y 25 de marzo de 2020, en el comienzo de la pandemia del Covid en España. Una muestra de la falta de escrúpulos y honradez de unos intermediarios, en definitiva un caso más de supuesta corrupción, que no sabemos si salpicará al Ayuntamiento de Madrid.

En nuestra sociedad neoliberal, tras años de crisis, nuestro modelo económico, se basa en una economía de servicios y cuya principal vía competitiva es el precio. Vivimos en una sociedad individualista, egoísta, avara y competitiva. Cuando el comienzo de la pandemia, se demostró la falta de material de protección, poniendo en riesgo al sistema sanitario, cuyos profesionales no podían atender en condiciones a los enfermos o a los sospechosos de estarlo, con la mínima seguridad. Es cuando muchos desaprensivos se lanzaron a intentar vender a las Comunidades Autónomas y diferentes instituciones, donde es curioso no importaba el precio, sino la prontitud en que llegara dicho material. Es cuando las comisiones se convierten en inmorales, haciendo dinero a costa de una pandemia, sin importar las muertes, los contagios y el riesgo de unos profesionales sanitarios.

Pero, lo realmente indignante es embolsarse más de seis millones de dólares por contratos de mascarillas, test y guantes por los que el Ayuntamiento de Madrid pagó 11,9 millones. Unos productos que se pagaron a un precio muy superior al que pedía el vendedor y tenían una calidad muy inferior a la ofertada. A Luis Medina Abascal y Alberto Javier Luceño, según los presuntos delitos que denuncia la Fiscalía Anticorrupción, solo les importaba el dinero y lo que podían comprar con él. Dos chorizos que hicieron el negocio de su vida, por la falta de control del Ayuntamiento de Madrid. Decían en el 15-M que «no hay pan para tanto chorizo», pero por lo visto si que hay dinero. Vergüenza ajena, que es la que uno siente por lo que hacen o dicen otros ¿Cuántos chorizos no se habrán descubierto?

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