Como cada 2 de enero, se celebra la fiesta de la Toma de Granada,
culminación del proceso de reconquista del último territorio árabe de la península. Se conmemora este año, el 527 aniversario en que el monarca del Reino Nazarí de Granada Boabdil «El Chico», entregó la ciudad a los Reyes Católicos en 1492. Como cada año la plaza del Carmen se convierte en escenario de un intercambio de insultos y exhibición de banderas entre tradicionalistas y fachas contra nacionalistas andaluces y gente de izquierdas; desfile de la Legión y enfrentamiento entre partidarios y detractores de la Toma, unos por utilizarla para reivindicar el españolismo y corear lemas contra la izquierda y otros para atacar la Toma como una fiesta chovinista, sectaria, excluyente y racista.
En muchos lugares se celebran fiestas de mucho arraigo y tradición de moros y cristianos, calles engalanadas como en la Edad Media, desfiles fastuosos, luchas incruentas para rememorar la expulsión de los árabes de España. Pero la fiesta de la Toma, ha pasado de ser una fiesta popular y de celebración local de las victorias cristianas de la reconquista a un enfrentamiento entre los que piensan que son fiestas racistas y la ola reaccionaria de la ultraderecha que la ha convertido en la defensa de España.
Este año el Partido Popular para competir en protagonismo con la ultraderecha ha repartido 4000 banderas españolas, que favorece el caldo de cultivo perfecto para una fiesta donde se reivindica la unidad de España y fomenta el fascismo, dejando de ser una fiesta plural y democrática para todos los ciudadanos.
Han pasado demasiados años para reivindicar el orgullo de expulsar a los árabes del último reducto, poniendo fin a ocho largo siglos, que también fueron una parte muy importante de nuestra historia, en la que la arquitectura, la poesía, la civilización árabe aportaron tanto a lo que ahora reivindicamos como español.
A la derecha más reaccionaria y españolista les encanta hacer un relato de reconquista fundacional de España contra los invasores musulmanes, contra los moros y eso parece que seduce aún a muchos. No necesitamos fiestas que fomenten el fascismo y la xenofobia, fiestas en las que se intenta manipular y enfrentar a la sociedad. Cada aplauso, cada gesto de orgullo racial y complicidad cultural a favor de una Reconquista en nuestra historia, no se puede extrapolar a una sociedad actual y moderna, para convertirla en una exaltación nacional y llena de racismo.
El 28 de febrero de 1980, se celebró el referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía, fue la única autonomía que hizo un referéndum y amparada con el procedimiento del artículo 151 de la Constitución Española obtuvo su autonomía. Un día en que los andaluces y las andaluzas votaron por no ser menos que otros, por tener derecho a decidir sobre Andalucía: defendiendo su identidad, el autogobierno para salir del subdesarrollo, de la opresión social y económica de tantos años. En definitiva, el derecho de los andaluces y andaluzas a controlar su presente y su futuro.
Dentro del listado de exigencias de Vox para apoyar a PP y Ciudadanos en Andalucía aparece la propuesta de renunciar al 28 de febrero como día de la Comunidad y “pasarla al 2 de enero, en conmemoración de la culminación de la Reconquista”. Vox mira al pasado, su intención es fulminar el sistema autonómico y superponer la identidad española sobre la regional, olvidando la Constitución y la decisión de los ciudadanos. Olvidaremos a Blas Infante y cambiaremos el himno de Andalucía, la bandera blanca y verde por una nueva reconquista, donde el espíritu nacionalista de España minimice de nuevo a Andalucía… ¿Es eso lo que queremos?