Los partidos políticos que no gobiernan, son la oposición política al Gobierno, tienen derecho a criticar los programas, las decisiones y a plantear alternativas. Son los que canalizan la voz del descontento de la opinión pública y responsables de obtener conquistas sociales, frente a la arbitrariedad del poder. Pero, oponerse no es obstaculizar, ni insultar, ni mucho menos poner en duda la democracia. La oposición cumple frente al Gobierno, la expresión por excelencia de la democracia, encontrar mediante la deliberación y el consenso, lo mejor para el país y sus ciudadanos. Gobierno y oposición representan a sus votantes y por tanto a una parte de la sociedad, destinataria final de sus actuaciones. Incluso, gracias a la democracia, la oposición puede convertirse en Gobierno y viceversa.
La oposición política tiene la obligación de expresar su desacuerdo y de buscar los mejores cauces para cambiar la sociedad, pero eso no significa, que se puedan conseguir a cualquier precio. Deben respetar las normas de juego, la ley, la Constitución y sobre todo al adversario, porque no son sus enemigos. No sirve ni la improvisación, ni el ataque permanente, ni el entorpecimiento constante, para ser una mejor oposición. En un sistema parlamentario, la función de la oposición es la de ejercer un efectivo control al Gobierno, estableciéndose como una alternativa a la mayoría, haciendo llegar al electorado sus propuestas con el fin de ganar la confianza del electorado y ser capaces de ganar las elecciones y conformar Gobierno.
La idea de tensión entre Gobierno y oposición en España, se ha basado en el bipartidismo: Psoe y PP, dos partidos que han ido simultaneando la oposición con el poder, que han gobernado con mayorías suficientes, excepto en esta última legislatura que se ha tenido que formar un Gobierno de coalición. La oposición es tan necesaria como el Gobierno, es en esencia un gobierno alternativo, que ayudan a establecer normas y reglas democráticas. Alexis de Tocqueville, que destacó por sus ideas liberal-republicanas y su lúcida reflexión sobre la democracia moderna, ya dijo que existen dos clases de partidos: aquellos que enfatizan la ideología y aquellos que enfatizan los intereses. Parece, que el Partido Popular siempre ha sido de los que ha prevalecido, antes sus intereses personales, de poder y económicos a los del resto de la sociedad.
En España, hemos sido capaces de consolidar una democracia con estructuras normativas duraderas y con partidos políticos de arraigo profundo, como PSOE y PP, porque el resto de partidos que llegaron para eliminar el bipartidismo, no lo han conseguido, como Ciudadanos y Unidas Podemos. Aunque, ha implicado la división del voto en más partidos y la necesidad de llegar a consensos. Aún así, la oposición política del PP es muy necesaria y no puede comportarse como un obstáculo a la democracia.
Hoy justo 41 años, del golpe de Estado del 23-F, se ha despedido en el Congreso de los Diputados, el presidente del PP, Pablo Casado, con un discurso apelando a la concordia y poniendo en valor su trabajo en los últimos años. Pero, lo cierto es que, lo compañeros que le han aplaudido son los que le han dado la espalda y le han obligado a no presentarse en el próximo congreso del PP, dejando paso a Alberto Núñez Feijóo como líder del Partido Popular. De nuevo el PP, tiene problemas con la falta de ética pública: con la corrupción, con el nepotismo, con el espionaje, con las comisiones. Casado se equivocó queriendo investigar un presunto caso de corrupción, con espionaje, supuestamente pagado desde la Empresa Municipal de la Vivienda del Ayuntamiento de Madrid, para investigar a la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso. Que la presidenta de Madrid dio por válidas las comisiones cobradas por su hermano en una compra de mascarillas del Gobierno de la Comunidad de Madrid, pero arremetió directamente contra el presidente del PP como responsable del ataque personal y espionaje. A ella solo le preocupaba el adelanto del congreso regional del PP de Madrid, en el que quería ser candidata a la presidencia. Mientras el ya exsecretario general, Teodoro García Egea, seguía con su ataque frontal y ella con su papel de víctima.
Ayuso es la que ha metido al PP en esta crisis, y pasarán muchos meses con el asunto de su hermano coleando en los tribunales. En Casado rondará la sospecha de su actuación y si hubiera tenido que denunciar a la fiscalía dicho caso de corrupción. El PP no ha estado a la altura de una oposición política de altura, comienza su crisis y eso supone una ayuda a Vox, para que todos los desengañados del PP voten a la ultraderecha. Hay prisa para que el PP recupere ser de nuevo la oposición política del PSOE.