Se puede afirmar que en estas elecciones del 28-A han habido dos factores: la movilización progresista por miedo al triunfo de la derecha y la división de la derecha emulando compitiendo contra la ultraderecha. Parece, que eso ha sido suficiente para ganar Pedro Sánchez las elecciones y evitar un gobierno nacional liderado por Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal. No olvidemos que el triunfo del PSOE ha sido gracias a la movilización, pero también a la división del voto de la derecha, porque entre PSOE y Podemos, comparado con el bloque de derechas (PP,Cs y Vox) ha habido prácticamente un empate.
Unas elecciones sin ideas, sin proyectos políticos ilusionantes, recurriendo unos al miedo a la ultraderecha y otros defendiendo la unidad de España. Los españoles y las españolas han respondido al miedo transmitido, otros por su sentido del deber, otros por querer apoyar sus preferencias… Lo importante es que ha subido la participación a un 75,75% comparado con el 69,84% de las anteriores elecciones, pero eso sigue sin cambiar la gran división existente en España entre el bloque de derechas e izquierdas. La derecha ha perdido porque su voto ha estado dividido y la izquierda ha ganado porque la gente no se ha quedado en su casa.
Pero, los grandes triunfadores de estas elecciones han sido la extrema derecha con sus 24 escaños, aunque algunos esperaban aún más y los independentistas catalanes y vascos. La extrema derecha ha marcado las pautas del PP y Ciudadanos durante toda la campaña, lo que les ha obligado a unos a derechizarse aún más y a otros perder ese supuesto centro liberal. Juntos hubieran ganado, separados han perdido la oportunidad de «echar a Sánchez de la Moncloa» y ahora en el Congreso tendrán que competir entre ellos, para demostrar quienes son los mejores españoles. Unidas Podemos se ha convertido en un partido sin relevancia, aunque se ofrezca para apoyar a Sánchez. Mientras el PSOE tendrá que buscar alguna solución para formar gobierno: pactar con Ciudadanos, pactar con Podemos o seguir con la geometría variable y buscar el apoyo de independentistas y nacionalistas. De todas formas requiere ayudas para su investidura, o con la abstención o el apoyo de otros partidos.
Las elecciones han demostrado con los votos algunas cosas, en España había miedo progresista a la entrada de Vox, pero sin embargo un 10,3 % les ha votado y probablemente seguirán aumentando; que el PP con la crispación y el endurecimiento de sus posturas han perdido sus votantes más moderados; que Ciudadanos han perdido la oportunidad de gobernar por su afán de arrebatar votantes al PP y que su triunfo en escaños sólo ha supuesto un 3% más de votantes que en 2016; que Unidas Podemos han perdido muchos votos en favor de un voto útil al PSOE.
En España sigue habiendo una realidad que no se puede ocultar con banderas españolas, gritos y canciones, los votos han demostrado, con una participación del 77,5% que en Catalunya ha ganado un partido independentista como Esquerra, con 15 diputados, con 12 el PSC y con
siete diputados logrados por los herederos de Convergència Democràtica. Y, en Euskadi, PP, Ciudadanos y Vox no consiguen ningún diputado, ganando el PNV con 6 escaños, les siguen con un triple empate: socialistas, Podemos y Bildu. Juntos, PNV y Bildu pasan de 7 a 10 escaños. España sigue teniendo realidades diferentes y algún día tendrá la política que buscar alguna solución. De momento a esperar los posibles pactos y la movilización en las nuevas elecciones locales y europeas del 26 de mayo, para un nuevo triunfo progresista o un resurgir de la derecha.
El PSOE ha demostrado que ha sido muchas veces un partido de centro, algunos dirán que de centro izquierda. Quizás cuando se pretende ser un partido de gobierno hay que tener una posición ideológica moderada y equidistante de los extremos. Pero, no sé si algunos votantes de izquierda que han dado su voto al PSOE, por miedo a un auge de la extrema derecha, estarán de acuerdo en que intente llegar a acuerdos una semana con la izquierda y otra con la derecha.
Como dijo Pablo Iglesias durante la campaña electoral, habría una enorme presión de los poderes económicos y de sectores del PSOE para que el pacto entre Ciudadanos y PSOE se produjera. Y, está claro que no se ha equivocado. Tanto la banca como la patronal, no quieren a Unidas Podemos cerca del futuro gobierno y prefieren un pacto con Ciudadanos, incluso sugiriendo una abstención del PP y Ciudadanos para lograr la investidura de Pedro Sánchez.
Nuestro voto vale igual que cualquiera, pero después de votar nuestro voto no es ninguna garantía progresista. Porque hay demasiados poderes económicos que tienen muy clara su influencia y que solo buscan la salvaguarda de sus intereses. Mi voto vale igual que el de cualquiera, pero los gritos de «con Rivera,no» de los que celebraban el triunfo de Pedro Sánchez en la calle Ferraz de Madrid, no sé si servirán para algo.
Cuando la izquierda deja de cautivar a buena parte de la clase obrera; cuando la socialdemocracia no sabe, no quiere o no le dejan unir la eficiencia económica con los valores igualitarios propios de la izquierda, es cuando ganan votos la ultraderecha. Cuando el PSOE abandona a la clase trabajadora y busca nichos electorales de centro y se plantea pactar con Ciudadanos, se habrán olvidado del descontento de los ignorados, de los parados, de los precarios… De todas esas personas, que aún pensamos que ser de izquierdas, es luchar por la igualdad social y huir de un populismo de derechas que solo ha servido para aumentar la precariedad, la brecha entre ricos y pobres, y el desmantelamiento de lo público en beneficio de las grandes empresas y la banca.