La muerte nos iguala a todos.

No me asusta la muerte, la muerte nos iguala a todos. Me doy cuenta de que estoy envejeciendo, camino de los 59 años, sin deterioro de la salud física ni mental, por lo menos de momento. Pasan los años quizás demasiado deprisa, se pierden ilusiones y se dejan de alcanzar demasiados sueños. Tomas conciencia de disfrutar de la vida de otra forma, en nuestra cultura occidental vives demasiados años pero te clasifican como viejo muy pronto, por lo menos laboralmente. Ser viejo no significa no valer para nada, porque no creo que la edad sea un óbice para hacer cosas provechosas ni que haya una determinada edad que te impida ser útil a la sociedad. Pero, comienzas a pensar antes que en la muerte que nos iguala a todos, en la jubilación, en los planes de pensiones que te sirvan para complementar la jubilación. Porque la jubilación, no es igual para todos.

Nuestro Sistema Público de Pensiones, está para asegurarnos unos ingresos cuando tienes una incapacidad o te llega la vejez, con al menos 35 años y medio de cotizaciones en 2017 (factor que ira variando hasta 2027 cuando se requerirá un mínimo de 37 años de cotizaciones para alcanzar el 100% de la Base Reguladora). Te puedes morir de hambre con los 786,90 €/mes con cónyuge a cargo o simplemente poder ayudar a tus hijos y a tus nietos con la cuantía de la pensión máxima en 2017 que es de 2.573,70 €/mes.

La clase política es ajena a la reforma de las pensiones públicas, los parlamentarios tienen derecho a unas condiciones de jubilación diferentes al del resto de los españoles, un diputado con tan solo once años de ejercicio opta a la jubilación máxima con todos sus derechos, mientras que un trabajador necesita 37,5 años y medio para cobrar una jubilación que dependerá de su base de cotización. Si cesa a los 55 años, y no tiene trabajo, el parlamentario tiene derecho a que las Cortes Generales le mantenga en situación de alta en la Seguridad Social hasta que complete el periodo de cotización necesario para tener el derecho a la pensión de jubilación.

Un expresidente del gobierno tiene derecho a cobrar una pensión vitalicia de unos 75.000€ euros anuales, a tener chófer, escolta, oficina y más privilegios. Una vez que abandonan el puesto, pueden entrar en el Consejo de Estado, cobrando 100.000€ con carácter vitalicio pero, incompatibles con la empresa privada.

Los exministros si han estado durante cuatro años, tiene derecho a cobrar dos años; si han estado solo un tiempo determinado, el 50% del tiempo que han sido ministros. Pueden compaginar con el sueldo de diputado o senador y tienen asegurada la base máxima de la pensión de jubilación si ha estado en el cargo parlamentario al menos siete años. Además, los ciudadanos de a pie, no podemos cobrar dos salarios del Erario Público, mientras que el ministro, el senador, diputado,… podrán varios salarios del Estado.

Está claro que no somos todos iguales, tampoco cuando llegamos a la vejez. Sin hablar  de la anacrónica, opaca monarquía que recibe 7’82 millones de euros al año como asignación directa a la familia real. La muerte nos iguala a todos, aunque la vida es más fácil para algunos.

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