La seguridad absoluta no existe en ningún aspecto de la vida, dada la imposibilidad de alcanzar niveles de riesgo cero. Ante la proximidad del inicio de curso se ha puesto de moda en los discursos de los políticos que: «el riesgo cero no existe», como una forma de evadirse de la responsabilidad, de que no se ha hecho lo suficiente, para que los centros escolares tengan una seguridad razonable para prevenir los contagios entre alumnos, profesores y demás personal que puedan estar en los colegios. Asumir el riesgo forma parte de la vida, una vida sin riesgo es asentar el miedo permanente, disfrazado de cautela. Aunque, asumir que el riesgo forma parte de la vida no puede llevarnos a aceptar conductas temerarias.
Una premisa importante en cualquier situación de prevención, es el sentido común, que nos permitirá marcar los límites entre el riesgo y la prudencia. Aceptar el riesgo inherente de cualquier acción nos debe llevar a guiar nuestras decisiones, porque cualquier falta de eficacia del sistema de prevención, detección y tratamiento, nos puede ocasionar graves consecuencias, en este caso en la salud. Una vuelta al cole, no se puede improvisar y menos con una pandemia. Hacen falta unos buenos procedimientos internos, unos protocolos de emergencia que permitan a la comunidad educativa y sanitaria, actuar con prontitud y facilitar la gestión del riesgo, porque la ausencia de directrices meditadas y documentadas incrementa la probabilidad de equivocarse.
Los políticos saben las respuestas para tener una seguridad razonable en los centros educativos: bajar la ratio de alumnos por profesor y clase; crear grupos estables de convivencia; la adaptación de los espacios; distintos turnos de llegada y de salida; la posibilidad de desdoblar horarios; hacer test de coronavirus a todo el personal docente, de administración y servicios; la figura de delegados COVID; tener previstos distintos escenarios para decidir si la formación ha de ser presencial, telemática o mixta. Aparte, de las medidas sanitarias: lavado de manos, la ventilación de las clases, la toma de temperatura, la distancia social y el uso de mascarilla. Todos somos responsables ante la imposibilidad de la seguridad absoluta, desde nuestros gobernantes, el personal educativo, madres y padres. Todos hemos de asumir nuestra parte de responsabilidad y de aceptar que el riesgo de contagio existe, pero eso no debe ser un eximente para dejar a nuestros hijos en casa, privándolos de su derecho a la educación presencial y a la sociabilidad.
Cuando las familias de los alumnos llevan a sus hijos e hijas al colegio, deben de comprender que el riesgo existe y que ha existido siempre, como por ejemplo a un contagio de gripe, de sarampión o de piojos. Y, que deben de seguir las mismas medidas de prevención y de sentido común que se han tenido siempre, en la que los padres se comprometan a no llevar a sus hijos a clase si presentan síntomas de algún tipo de enfermedad, que existen en los protocolos marcados por cada centro. Sin embargo, la imposibilidad de la seguridad absoluta, no puede ser una excusa para que nuestros gobernantes, cometan irregularidades y conductas negligentes, tanto de acción u omisión, en hacer de la escuela un lugar seguro. Porque, aunque de momento, no existe un modo de eliminar por completo el riesgo de infección, es importante aceptar los riesgos potenciales, adoptar todas las medidas de prevención y tomar la vuelta al colegio con toda normalidad, aunque sea con la nueva normalidad.
A la hora de tomar la decisión de llevar a nuestros hijos e hijas a clase, es importante considerar todos los riesgos, pero también valorar la importancia de la escuela en el aprendizaje, la sociabilidad, los comportamientos conductuales y emocionales. La escuela, es después del entorno familiar el sitio más importante en su desarrollo, que fomenta aparte de sus habilidades sociales y emocionales, la posibilidad de un ejercicio físico y de una nutrición necesaria.
La escuela es un derecho y una necesidad para nuestros hijos, pero también para las madres y padres que tienen que trabajar presencialmente, porque el teletrabajo es aún para una minoría. La mayoría de padres y madres no pueden están pidiendo excedencias, reducción de la jornada de trabajo o la renuncia total al empleo. Necesitan trabajar, por cuestiones de realización personal, profesional y económica.
La conciliación, es necesario abordarla desde enfoques diferentes: desde el gubernamental, generando medidas para los ciudadanos; el de la concienciación y la presión social; y sobre todo la colaboración de las empresas. Porque estamos demasiado acostumbrados a que la conciliación se apoya estructuralmente en la ayuda familiar de los mayores. La responsabilidad del gobierno está en ofrecer ayudas por un contagio o por sospecha de contagio de coronavirus, para que exista una verdadera conciliación y se respete el derecho de nuestros hijos a asistir a la escuela, solo si están sanos.