Perder la fe es una cosa habitual en nuestra vida, perder implica siempre un cambio. La vida está llena de pérdidas, perder a nuestros padres, familiares, amigos, pareja; perder el trabajo; perder algo sea material o inmaterial. La vida está llena de pérdidas cambios, algunos los escogemos, otros nos vienen impuestos por la vida o el azar, pero la vida es eso, una constante sucesión de pérdidas que comportan una constante adaptación a estos cambios.Las pérdidas en nuestro entorno más cercano, comportan enfado, frustración, tristeza e incluso melancolía por lo que hemos perdido.
Un día sin darte cuenta, te das cuenta de que has perdido la fe. «La fe es como aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver.» (Carta a los Hebreos 11.1) Nos enseñan desde pequeños que necesitamos algo Divino, que necesitamos a Dios. Incluso nos amenazan «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.» (Marcos 16.16) a los que no tienen fe. El catecismo y el credo del católico nos dice que, lo primero en lo que tenemos fe, es en que Dios es nuestro Padre. Un Dios que nos quiere tanto, que se hizo hombre y murió por nosotros.
La fe es un misterio, pero las personas convivimos con la duda, comenzamos a percibir muchas veces la religión, como un conjunto de reglas y de obligaciones que no nos satisfacen. Se crea una dualidad en la que comenzamos a separar a Dios de la Iglesia, en que se tiene fe en Dios pero que la Iglesia te hace perder dicha fe. Donde la solidaridad con los demás no la encontramos únicamente en la religión. Donde cada uno se inventa un Dios para él, que quiere que le dé salud, felicidad, familia e incluso dinero. Donde todos evolucionamos junto con las crisis que van aconteciendo en nuestras vidas y que no encontramos las respuestas en la religión. Donde sacamos nuestra rebeldía y comenzamos a poner en duda casi todo.
Un día no sabes cómo, ni por qué; te das cuenta que no te planteas la fe en tu vida, que ya no crees en Dios y lo que es peor que ya no lo necesitas, que necesitas comenzar de nuevo. Que has dejado progresivamente de ir a misa, que ya no le pides nada a Dios. Que conviertes a Dios en ese conjunto de mentiras piadosas de tu infancia, como los Reyes Magos o Papá Noel. Llenas tu vida de otras cosas más profanas como: la familia, el trabajo, la amistad, la solidaridad e incluso el egoísmo y el consumismo. Ves las cosas desde un punto más racional y crítico, comienzas a desmontar los preceptos de la religión y te sientes más libre. No creo en dios, no me hace ninguna falta y mi bonhomía la demuestro en todos los momentos de mi vida.