La falacia de la moderación o «argumentun ad temperantiam» lleva a justificar que la mejor opción es la que se encuentra en un punto medio. El tema es cuál es el justo medio, qué es lo políticamente correcto, dónde debe comenzar la tolerancia, dónde la equidistancia y aceptar que los extremos son siempre indeseables. Encontrar la virtud en las posiciones extremas es complicado o casi imposible. Por eso parece codiciado encontrar personas ecuánimes, partiendo de que no hay nada absoluto y todo es relativo. Que el medio varía de acuerdo con la persona que actúa y sus circunstancias. La falacia de la moderación evita la idea de la simple selección entre dos extremos y por tanto huye de una supuesta intolerancia.
La política española no es una excepción de la «ola de intolerancia» que sacude al mundo. Una escalada en cuanto a actitudes intolerantes que se manifiesta tanto en el auge de organizaciones y de líderes de extrema derecha, grupos xenófobos y neonazis, discursos supremacistas e incremento de la violencia en las redes sociales. Todo esto lo observamos en nuestro día a día, en los discursos y los debates de nuestros políticos, en las editoriales de los medios de comunicación. El odio, opuesto al amor mismo. Donde la derecha y la extrema derecha tachan de cinismo progre, a defender a los homosexuales, a las mujeres, a los inmigrantes, a las abortistas o a la propia democracia. Porque afirman que lo quieren es imponer y cambiar códigos penales, que muchos no aceptan.
Parece que se quiera cambiar la imagen de ciertos políticos de la derecha por la falacia de la moderación y que además la gente se lo crea. En estos días se habla de la moderación de Alberto Núñez Feijóo como reciente presidente del PP y de Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía. El marketing de la derecha nos quiere vender la búsqueda de puntos medios de conciliación entre las partes que sostienen puntos contrarios. Aunque en política, la falacia de la moderación lleva continuamente a errores y malas interpretaciones. Moderación no es solo hablar sin gritar, sin insultar y con una media sonrisa. Ni apelar ser el punto medio entre los demás y calificar de extremistas a los demás, siendo ellos los moderados. Muchas personas se creerán completamente dicha falacia.
Pero, ni Feijóo es moderado cuando parece que mantiene un discurso de mano tendida, pero que se opone a la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). El PP sigue pidiendo que los jueces elijan a 12 vocales, es decir, la elección independiente de la mayoría de los vocales, que sean los jueces los que elijan entre ellos, como reclamaba Pablo Casado, que no era moderado precisamente. Feijóo desobedece un mandato constitucional, que el PP llevaba renovando el Consejo con el modelo actual desde 1985. Ni Juan Manuel Moreno Bonilla, es moderado cuando aceptó ser presidente de la Junta de Andalucía con el voto de la extrema derecha y que ha conseguido la aprobación de leyes con su acuerdo. La moderación no basta con parecerlo, hay que demostrarla en todo. Votar a la falacia de la moderación puede ser una equivocación.