El antifascismo es una condición necesaria para que exista la democracia, porque el fascismo no quiere la democracia. El éxito del fascismo está en la pobreza ideológica, nunca fueron capaces de explicar sus ideas, pero tienen consignas claras, que conducen al final de la democracia y la libertad. Adoptan un aspecto agresivo: el insulto personal, la política del odio, el ataque a los diferentes, el patriotismo de ellos, con prejuicios raciales, sino nacionales y sociales. La idea de formar un frente unido contra el fascismo, pero que históricamente no es el de hoy, porque las circunstancias políticas son otras, porque no existe aquel Partido Comunista, ni aquella clase obrera que se sentía atacada por el fascismo. Las posiciones contra el fascismo, contra el racismo, contra el sexismo y contra el capitalismo son hoy una posición minoritaria.
No existe una profunda conciencia antifascista en la sociedad, ni en la europea, ni en la española. El antifascismo no es suficiente para que la gente salga de sus casas a votar. Los partidos políticos progresistas con una base social de izquierdas, no son capaces ni en las campañas políticas, ni en sus estructuras, ser capaces de movilizar la abstención y enfrentarse a las nuevas caras del fascismo. Se ha perdido la conciencia social de manifestarse contra las cumbres como las del G8 o la de la cumbre de la OTAN, contra determinados proyectos urbanísticos, contra la gentrificación de nuestras barrios, el desalojo de la viviendas, contra la falta de libertad e incluso contra la represión. Se ha olvidado la lucha social para conseguir mejoras para todos. La gente se ha acomodado ante una sociedad supuestamente tolerante, estable y próspera, donde se prefiere el culto al hedonismo que a la lucha.
El porcentaje de los partidos extrema derecha sigue aumentando elección tras elección, y país tras país. Especialmente desde los atentados del 11-S, los estados llamados democráticos han llevado una regresión contra las libertades públicas poniendo el terrorismo y la seguridad ciudadana, como pretextos. La izquierda se ha visto como enemigos de esa supuesta seguridad y la sociedad poco a poco se ha ido derechizando, se ha recurrido a criterios que vulneran la libertad de expresión y la criminalización de determinadas ideas, además de la judicialización del pensamiento. abriendo cada día más, la lista de partidos de ultraderecha, postfascistas o simplemente fascistas.
Todo el mundo, sin ser analistas políticos, lo podemos observar: la extrema derecha está avanzando, pero no hacemos nada para remediarlo. Porque, el antifascismo ya no mueve a casi nadie. La gente se ha olvidado de que quien debe expulsar a la extrema derecha de las instituciones es la población es nuestro voto y que además hemos de evitar que les voten. La extrema derecha está utilizando la democracia para servirse de las leyes, en caso de aprobarse, para utilizarlas contra la propia democracia y los partidos de izquierda. Un fundamentalismo peligroso, que nos puede hacer cambiar nuestras sociedades y nuestro futuro.