El lenguaje vacío, el ruido, la desinformación se ha instituido en la comunicación y por supuesto en la política. Muchas veces, casi siempre por desgracia, los políticos hacen un discurso ampuloso, pero vacío de contenido, es como querer tratar como tontos a los posibles oyentes. El lenguaje político no es inocente, su objetivo es manipular nuestras intenciones, hacernos cambiar de opinión o convencernos de algo impreciso que es verdad. Quizás, cuando no hay nada importante que decir, sería mejor mantenerse callado, una forma de no menospreciar a tus interlocutores. Pero, entonces se perdería la principal función del lenguaje que es la comunicación.
Todos nos comunicamos diariamente con las demás personas, y de maneras distintas, a través del lenguaje expresamos ideas, deseos, emociones, sentimientos…, El lenguaje es la capacidad que tiene el ser humano para expresarse y comunicarse, a través de diversos sistemas de signos: orales, escritos o gestuales. Es una facultad inherente al ser humano, diferente a la lengua que debe ser enseñada y aprendida para hacer uso de ella. Gracias al lenguaje, podemos entender o expresar el mensaje que deseamos transmitir de un modo particular. El lenguaje nos es imprescindible para convivir en sociedad. Pero, la comunicación no es siempre un proceso claro y fluido, por ejemplo, el lenguaje político tradicional no llega muchas veces, adecuadamente a sus destinatarios.
Los eufemismos y las metáforas, en el discurso político tradicional ayudan a que el lenguaje sea más vacío y ayudan a que sea políticamente correcto. También la utilización de un vocabulario deliberadamente ambiguo para confundir al receptor, con el objetivo de confundir, manipular o engañar y lograr sus objetivos. Muchas veces, intentando escuchar un discurso político, te das cuenta de que no te has enterado de nada. Los populismos, especialmente los de derechas, han cambiado su lenguaje, avivando emociones negativas y soluciones simplistas. En un mensaje populista de derechas se entiende casi todo y lo que no entiende se adopta casi como dogma de fe.
Los populismos no son un discurso de la acción política, ni un concepto ideológico binario, son principalmente un estilo político que contiene elementos comunicacionales, basados en la negatividad y casi siempre en la mentira, que pervierten la verdad de forma consciente y deliberada, pero muy clara. La verdad es lo menos importante, saben moverse hábilmente entre las emociones para lograr el éxito comunicacional. Se constituyen en una amenaza para el resto de la política tradicional y logran sus éxitos de inmediato. Quizás tengan un lenguaje tan vacío como la política tradicional, pero la gente lo entiende mejor.
La política tradicional debe cambiar su lenguaje, saber llegar más fácilmente a la gente. En un mundo social amoral, en el que todos tratan de manipular a los demás, es necesario un lenguaje de naturaleza moral, que inspire más confianza. La política tradicional debe de evitar un discurso convencional, frente al discurso populista dramatizado y que apela a las emociones, que busca la demagogia a costa de exceder los límites del derecho. No cambiar el lenguaje, no saber llegar a los receptores, es en definitiva dar votos a los populismo de derechas.