Parece que está claro que existe una derechización de la sociedad, de derecha a izquierda del espectro político, en los ámbitos económico, político y social. Ni sirve el miedo a un posible triunfo de la ultraderecha, ni existe esa sensación de ilusionar al votante progresista, lo que repercute en un abstencionismo y en un aumento electoral de la derecha. Quizás la culpa es la negación de la diferencia entre la izquierda y la derecha, que algunos consideran superada y sectaria. Hemos cambiado las posiciones radicales y revolucionarias de la lucha contra el franquismo y de la Transición, a defender valores liberales y casi reaccionarios. Hemos pasado de la lucha por las libertades al desprecio a la socialdemocracia, de los pensamientos y reivindicaciones «progres» a la amenaza de la ultraderecha de poner fin a la hegemonía progre.
El auge del neoconservadurismo y el final del marxismo, ha creado un caldo de cultivo propicio para el abandono de las antiguas convicciones ideológicas y de influencia por unas tendencias consumistas y hedonistas. Donde la gente está más preocupada por su cambio de smartphone que por la injusticia social. Parece que habiendo conseguido la democracia, con un sistema político consolidado que aparentemente funciona funciona, la lucha por las libertades y la igualdad no interesa a casi nadie. La deriva liberal derechista de la sociedad no es solo una cuestión nacional de España, es a nivel internacional. El capitalismo ha ganado al debate de ideas, parece que ya no interesa, ni preocupa. El votante progresista se ha quedado en su casa y el votante conservador tacha de dogmático, sectario, comunista o bolivariano a todo lo que piense diferente a ellos.
Hay un proceso de derechización de la sociedad europea muy fuerte, donde es posible retroceder a situaciones autoritarias. Donde la mediocridad de los políticos y el populismo parece ser la única solución, aunque realmente quien gobierna en realidad es el sistema financiero. La izquierda no tiene argumentos, ni políticos que sean capaces de hacer cambiar la derechización de la sociedad. Y, los que fueron votantes progresistas prefieren abrazarse al hedonismo e incluso cambiando su voto por la derecha o la abstención. Quizás solo preocupan los riesgos globales e irreversibles a corto plazo como: la degradación medioambiental, el cambio climático o una catástrofe nuclear, que tampoco la izquierda ha sabido patrimonializar.
En esta sociedad ya no tiene cabida los principios revolucionarios, ni de igualdad, ni de solidaridad, solo importa la situación y el egoísmo personal. Donde el populismo de la derecha es capaz de contrarrestar los movimientos sociales como el feminismo, el ecologismo, la homofobia o la solidaridad hacia los diferentes. La derechización de nuestra sociedad surge ante un proceso de incertidumbre protagonizado por un supuesto vacío político e institucional y una crítica hacia las estructuras y relaciones de poder. La gente ha cambiado la lucha por la comodidad, la izquierda por la derecha…