El Congreso de los Diputados ha dado este martes el primer paso para regular la decisión personal de morir como un derecho humano en España, solo con el «no» del Partido Popular y Vox. Esta ley de eutanasia, que también llevó el PSOE al Parlamento en diciembre de 2018, tiene que pasar por la Comisión parlamentaria de Sanidad, luego por el Pleno del Congreso y llegar de ahí al Senado, para que España se convierta en el cuarto país europeo que regule la eutanasia. Tener una ley es tener regulado un derecho, como la ley que despenalizó el aborto o el divorcio, que no obliga a que todo el mundo tenga que abortar o divorciarse y por supuesto tener una ley de eutanasia, no significa querer «eliminar» gente y «ahorrar» costes sociales como afirman el Partido Popular y Vox, sino que la personas con los supuestos de enfermedad grave e incurable, y por enfermedad grave, crónica e invalidante, puedan pedir el derecho a morir dignamente.
El dolor humano no debería tener ideología, ni se debería poner en duda que somos las personas las que tenemos la potestad de decidir sobre nuestra vida y por supuesto sobre la muerte. Y, no como piensan otros, también muy respetable, que la vida es un don de Dios, desde su origen en el primer momento de la concepción, hasta el momento de la muerte natural. Repito una ley de eutanasia no obliga a cambiar unos preceptos éticos o religiosos de quienes lo tengan, simplemente ofrecen el derecho a la eutanasia a quien lo desee y lo necesite, según unos criterios legales y médicos. El objetivo de la eutanasia no es aumentar las muertes, sino disminuir el sufrimiento de muchas personas, tanto los enfermos como los familiares y circulo de confianza.
No puedo aceptar que el sufrimiento entre en los planes de Dios, como piensan muchos católicos, que Dios permite el sufrimiento para nuestro bien, que si el sufrir fuera malo, Cristo no hubiera sufrido ni hubiera hecho sufrir a su madre. No puedo entender que sufriendo por Dios le mostramos nuestro amor. Ni puedo aceptar que nuestra vida sea un don de Dios y por lo tanto sea sagrada. Un sistema democrático debe proteger mi decisión sobre mi propia vida, como expresión de la dignidad humana. Nadie puede decidir por componentes jurídicos, éticos, médicos y religiosos mi decisión personal de morir o de seguir sufriendo. Parece que todo el mundo ajeno a mi vida, tiene derecho a decidir por mi y yo soy el único que tengo derecho a decidir por mi, incluso si lo hago dentro de la ley o fuera de ella. Aunque, espero que se apruebe la ley de eutanasia, para que se me reconozca mi derecho a morir con dignidad.