Todos los días y en cada momento suceden hechos de relativa importancia, dicha importancia dependerá de la difusión que le den los medios de comunicación y las redes sociales. La comunicación es un factor indispensable para la vida del ser humano, para conocer lo que ocurre en nuestro entorno y los periodistas con su labor de informar, seleccionan y transmiten información que nos ayuda a orientarnos de la trascendencia y poder tener una opinión de las cosas que pasan.
Ha sido hallado esta madrugada el cuerpo sin vida de Julen, el niño de dos años que cayó en un pozo hace 13 días en el municipio malagueño de Totalán. Durante casi dos semanas los medios de comunicación han convertido una tragedia familiar en tragedia nacional, no ha importado la información sino el morbo, el espectáculo como forma de vender y de subir audiencias. Se han dedicado a informar sobre nada, a vender la solidaridad, a crear héroes ficticios y a mantener la esperanza de rescatar al niño vivo. Eso no es informar, es explotar un suceso con un criterio periodístico muy poco ético y con un claro interés económico por parte de los diferente grupos de información.
Cuando se juegan con las emociones, cuando se confunde a la audiencia, cuando se olvida el rigor, se está manipulando para que el espectador o la espectadora estén pendientes de una programación especial, de una ventana permanente de los acontecimientos en las televisiones y por supuesto viendo los anuncios de la determinada cadena de televisión, subiendo su audiencia y por lo tanto ganando más dinero los diversos grupos de comunicación. Todo esto con el dolor de una familia. El éxito informativo basado en jugar con las emociones y vulnerar la privacidad de la familia no se puede aceptar, porque se pierde la humanidad, la objetividad y por supuesto la ética.
La responsabilidad del periodismo es informar y no mentir, pero también no vender todo, no hacer que todo valga y atentar con esa basura a la familia del niño y manipular al resto del público con las emociones primarias, todo para vender más, todo por dinero. Y, olvidando la responsabilidad del periodismo como función social. Lamentable todo, menos la solidaridad de la gente y el trabajo de todos los que han colaborado en el rescate. Lo demás es mercadeo y amarillismo de unos medios de comunicación que solo son superados por las mentiras y comentarios de mala fe en las redes sociales. Esperemos que después de su muerte se acaben los bulos y comience el respeto mediático que no ha existido hasta ahora por Julen y su familia.