Fobia a la Navidad, son esos momentos navideños en que estás rodeado de personas que se ven tan felices, que comparten algo entre ellos, donde yo soy un simple espectador, donde no quiero integrarme y al final intento evitarlo.Yo sé que los demás no me entienden, no es un trastorno de ansiedad; ni siquiera una fobia social al contacto con otras personas. No es un problema de vivencias personales, ni de creencias. No me planteo la Navidad para recordar todo tipo de pérdidas, ni para resurgir viejas rencillas familiares; ni para hacer a final de año un balance de logros, fracasos y objetivos para el año venidero. No estoy dispuesto a entrar en una espiral de ansiedad; ni estar más triste ni más contento por ser una determinada fecha del año; ni desde luego para hacer compras compulsivas.
Fobia a la Navidad, a esos anuncios de la televisión, que te recuerdan que se acerca. A esos escaparates y sus adornos de los grandes almacenes; a las luces y decoración de las calles; a esa ilusión artificial creada para consumir. Fobia a esas reuniones familiares, de amigos y compañeros de trabajo por tradición; a desearse Feliz Navidad incluso a los que no te apetece; a felicitarse por un año nuevo que sea siempre mejor y nos esperen cosas buenas. Fobia a la Navidad, porque no me gusta la Navidad, ni entiendo todas estas fiestas navideñas. Ni creo que se deba ser solidario y altruista solo en Navidad, que son fiestas de hipocresía, donde tiene que prevalecer la dictadura de la felicidad.
En Navidad si no exteriorizas tu felicidad, eres un amargado y todo el mundo se siente en la obligación de reprochártelo. No quiero engañarme con la felicidad, porque la felicidad la intentan vender como un objetivo: algo que consigue. No, la felicidad, es una emoción que te acompaña en momentos de tu vida, que cada uno la vive a su manera, que vemos y percibimos en los demás y que nos podemos hacer una idea de cómo la sienten otros. Pero, no se es más feliz porque es Navidad. Porque una cosa es estar más feliz, más alegre y otra muy diferente, es alcanzar una felicidad que nunca alcanzaremos definitivamente y que tendremos que vivir con la frustración de no ser felices toda nuestra vida. Si alguien es feliz, no necesita esperar a que llegue la Navidad.
Como fóbico social a la Navidad, puedo ser un amargado. Pero, no creo en ese “espíritu navideño”, porque la felicidad se siente en disfrutar de todos los momentos del día, del año, de tu vida. No creo en esas campañas solidarias de recogidas de alimentos cuando a todas esas personas las hacemos invisibles todo el año. No puedo basar unas fiestas en el consumismo celebrando el nacimiento de un niño en un pesebre, olvidando a todos los que se mueren de hambre, no tienen un techo y les falta todo. La fiesta religiosa se ha convertido en una fiesta pagana, adorando solo al dispendio. El displacer que me proporciona las fiestas navideñas difiere de la opinión popular, pero mi opinión, supongo, tampoco debe coincidir con la de los demás. Los ideales de felicidad que nos vende la sociedad no son los míos, me atrevo a cuestionarlos y a no compartirlos. Desde el respeto: ¡ Feliz engaño, feliz hipocresía !