Extremismo, intolerancia y discurso del odio.

Vivimos en una sociedad actual que está en un proceso de extremismo protagonizado por un vacío político e institucional, por un hastío y apatía de la ciudadanía, donde movimientos sociales como el feminismo, el ecologismo o las reivindicaciones nacionalistas surgen como expresión crítica hacia las estructuras y relaciones de poder. Pero, también hay una derecha y derecha extrema que se han constituido con la idea de tomar postura, de defender una supuesta dignidad, la libertad, la democracia y el bien común con extremismo, intolerancia y discurso del odio. En nuestras sociedades interdependientes, parece que nos hemos resignado a ser meros espectadores impasibles y obedientes. El compromiso social ha cedido ante la extrema derecha populista, que elección tras elección, independientemente del país, alcanza  un elevado nivel de apoyo electoral y una creciente institucionalización política.

Una derecha y una derecha extrema que muestran una gran preocupación por el concepto “ley y orden”, un populismo que alude a la mala gestión y crisis económica, a las prácticas clientelares de determinados partidos, a crear una percepción bastante generalizada de inseguridad, de miedo e incertidumbre y un planteamiento global contra las instituciones democráticas. Aparte de una utilización maniquea del “pueblo”, con discursos repetidos hasta la saciedad de lemas xenófobos, la reducción de la capacidad adquisitiva de las clases medias o la supuesta amenaza al estado-nación hegemónico. Con un extremismo y una serie de interpretaciones y de soluciones sencillas que captan un electorado desilusionado e indignado. , que facilitan la explicación del auge de estas nuevas formaciones políticas. Desde una perspectiva sociológica y politológica, los partidos de extrema derecha deben ser contemplados como formaciones que aceptan el marco democrático y que compiten en la arena política para captar el máximo electorado posible.

En España, durante los años de la Transición, la extrema derecha tuvo dificultades para hacerse un hueco parlamentario, una época marcada por el final del franquismo, donde se cobijaron todo el espacio político de la derecha y del franquismo sociológico en la Alianza Popular de Fraga Iribarne. Después, vino el proceso de refundación que culminó con la creación del Partido Popular en 1989. Pero, siempre existió esa minoría marginal de franquistas inmovilistas y nostálgicos del Régimen, con unos medios informativos afines. Ahora, tenemos una derecha y derecha extrema con imagen política y un argumentario internacional al que le ponen contexto local. El populismo de derechas está ya en todos los países.

El extremismo de la derecha ataca a los partidos tradicionales, a las elecciones y sus resultados, deslegitima la instituciones y el propio Gobierno, alude a los numerosos casos de corrupción, se apoyan en la desafección creciente con los partidos tradicionales. Con el apoyo de unas redes sociales que han modificado nuestra manera de relacionarnos y que han trascendido para convertirse en el soporte para la difusión de bulos y de propaganda, basadas en la intolerancia y el discurso del odio, contribuyendo a aumentar la sensación de caos, de miedo, de desamparo. Mientras tanto las fuerzas progresistas, la izquierda, compran el discurso reaccionario de la ultraderecha que practica un doble juego: recortar libertades y derechos colectivos pero defender políticas económicas ultraliberales que maquillan con medidas sociales. Mientras, la izquierda con su falta de discurso, su desunión y su ataque, legitima y allana el camino del extremismo de la derecha y la derecha extrema.

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  1. Andrés Marco Lou

    Nos estamos acostumbrando a los contenidos ultra, a los fake news, a los tuits de contenido intolerante o intoxicador, a las editoriales de determinados medios, a las tertulias que invaden los medios que van desde el concepto de la unidad de España, con su nacionalismo reaccionario y excluyente, hasta el negacionismo del cambio climático, pasando por el antifeminismo, el rechazo al migrante, el peligro que supone la ocupación de viviendas o el insistente descrédito de políticos y periodistas.

    La extrema derecha con su lenguaje y discurso lidera el relato. Su intención no es decir verdades, sino crear un determinado clima social para que los ciudadanos y ciudadanas se crean sus mentiras. Y lo cierto es que lo están consiguiendo. Quitando impuestos a los más ricos, repitiendo discursos negacionistas de la violencia de género, del feminismo o del medio ambiente. Atacando a un Gobierno escogido democráticamente con mensajes despreciativos e incluso violentos. Un mensaje que va calando en la sociedad. Los mensajes de la derecha y la extrema derecha se están normalizando, desde la amnistía a los independentistas catalanes como una amenaza a la democracia, hasta la liberalización de la economía, los recortes en servicios públicos, en derechos laborales.

    La extrema derecha sabe provocar y crear espectáculo, apelando a los sentimientos y las emociones de los ciudadanos, con bulos y mentiras de nivel nacional o internacional, con intencionalidad del lenguaje, con el descrédito permanente y un extremismo exarcebado, enfrentado contra todos los que no son y piensan como ellos. Frente a ello solo parece quedar la apelación a la moderación, pero mientras tanto el relato lo gana la derecha y la derecha extrema.

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