El uso que se hace del Estado autonómico quizás sea el momento de cambiarlo, demostrada la falta de coordinación entre las diferentes autonomías y una falta de lealtad con el Estado. Y, sobre todo ante la incapacidad de gestionar una crisis sanitaria, si tienen unas competencias es para que busquen soluciones, no para que lo resuelva un Gobierno central. La Constitución Española de 1978, reconoce que España es un Estado autonómico, donde las Comunidades autónomas gozan de capacidad legislativa, ejerciendo las competencias asumidas en sus Estatutos de Autonomía, aprobando sus Parlamentos autonómicos normas con rango de ley en el ámbito de sus competencias para la gestión de sus respectivos intereses. Tienen autonomía y según el artículo 2 de la Constitución Española: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas». Se estará de acuerdo o no, pero eso es lo que dice la Carta Magna, amparando así a las diecisiete Comunidades Autónomas, junto con Ceuta y Melilla.
El estado de alarma en España concentraba la decisión última sobre todas las competencias autonómicas en el Gobierno central y, en concreto, en los ministros de Sanidad, Defensa, Interior y Transportes. Se trataba de un mando único para regir todas las medidas sobre la crisis sanitaria, como el confinamiento de la población en sus casas. Tres meses después, se comenzó a relajar las medidas de aislamiento social y la desescalada, supuso que las autonomías comenzaran a recuperar competencias, hasta el final del estado de alarma. Pedro Sánchez en una declaración institucional, este martes, después de la vuelta de vacaciones y el aumento de contagios, ha ofrecido la posibilidad de contar con 2.000 rastreadores militares, la extensión de la aplicación Radar Covid y que los presidentes autonómicos puedan solicitar y responsabilizarse de un nuevo estado de alarma en sus territorios, y no el Gobierno central. Si durante el estado de alarma por el coronavirus, hubo reiteradas críticas del excesivo centralismo por parte del Estado, ahora parece que la oferta del presidente no convence.
Parece que España sea el Estado de las autonomías, solo interesa en determinados momentos, como ataque al gobierno central cuando no se puede ejercer todas las competencias. Pero, no cuando los presidentes y presidentas autonómicos, no quieren correr el riesgo político de tomar decisiones, por ejemplo en no pedir la declaración del estado de alarma en sus regiones o de preparar la vuelta al colegio. Incluso hay críticas de que faltan decisiones a nivel central y que el Presidente del Gobierno, esta rehuyendo tomar decisiones a nivel nacional, derivando a las comunidades autónomas dicha responsabilidad de hacer frente a la crisis.
El autoritarismo y el centralismo han sido los caracteres predominantes del Estado contemporáneo español hasta la Constitución de 1978, que un territorio con una historia y costumbres comunes tenga un gobierno autónomo, que entienda y legisle de acuerdo a sus inquietudes y necesidades propias, no tiene nada negativo. Pero, parece que más que un Estado autonómico, somos 17 reinos de taifas, luchando entre ellos, donde falta coordinación, donde hay improvisación y donde solo les importa a sus dirigentes su rédito político y no las decisiones en provecho de la sociedad, ni la autonómica, ni por supuesto la nacional. Así, será difícil, tener soluciones, porque un virus no entiende de territorios, ni de autonomías.
No sé si hemos llegado a un agotamiento del Estado autonómico y la idea primigenia de que la consolidación de la democracia sólo sería posible si llevaba aparejado un Estado de las autonomías. Quizás estemos en un paso ineludible para convertirnos en un país federal, pero de momento aunque el grado de descentralización de España es superior al de muchos países, el sistema autonómico no acaba de funcionar todo lo bien que cabría esperar, por lo menos en situaciones de crisis y de coordinación entre ellas. Y, que sirve según para que…
Hicimos un estado autonómico como demanda de una parte de la sociedad, donde se gritaba en las calles «Libertad, amnistía y estatuto de autonomía», principalmente catalanes, vascos, gallegos y después andaluces. Se hicieron modificaciones de las antiguas regiones: Madrid se convirtió en una comunidad autónoma que antes formaba parte de Castilla la Nueva; Santander se separó de Castilla la Vieja para convertirse en Cantabria; el reino de León pasó a formar parte de Castilla y León; Logroño se separó de Castilla la Vieja para convertirse en La Rioja; Albacete salió de la región de Murcia y se unió a formar Castilla La Mancha; Murcia se convirtió en autonomía; se crearon las autonomías de Castilla y León y Castilla La Mancha; permaneciendo igual Catalunya, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, Asturias, País Vasco, Navarra, Baleares y Canarias. Creando la figura de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
Nos hemos acostumbrado a dicho ordenamiento territorial y creo que casi todo el mundo está de acuerdo en las ventajas y el progreso que ha significado para cada una de ellas, en todos estos años.Para algunos no es suficiente y piden la independencia, otros se sienten satisfechos y quizás los menos, aún no se sienten identificados con su denominación autonómica y prefieren un estado centralista, por lo menos en cuestiones básicas como la sanidad, la educación, la protección ciudadana,etc. Pero, en un mundo global, sobra quizás, la noción metafísica de identidad, el uso de un lenguaje no comunicable, el buscar signos de identificación cultural que puedan servir de autoafirmación y de enfrentamiento. Falta dialéctica y ser capaces de buscar posiciones que no sean opuestas, excluyentes o incompatibles entre las diferentes autonomías. Si pertenecemos a un Estado moderno debe de existir la capacidad de tener unos mínimos para todos, sin que eso presuponga centralismo e intervención en las competencias de cada autonomía.
Si sufrimos una pandemia global, debería una emergencia de salud mundial, unas directrices comunes para todo el mundo, pero parece que eso es una entelequia, ni a nivel internacional los países se ponen de acuerdo, ni en el caso de España las propias autonomías. En definitiva, tenemos la paradoja que unas tienen unas normas parecidas y otras diferentes. Que los gobernantes autonómicos protestan sobre el mando único y el centralismo del Gobierno, pero su inacción la disculpan con una falta de intervención del Estado. Nadie hace lo importante y después vendrán las urgencias y las lamentaciones…